ANÁLISIS

Vladímir Putin versus Occidente

El autócrata ruso cree que los intereses de su país son lo suficientemente importantes para arrastrar el riesgo de un aislamiento por parte de Occidente

Nostalgia del poderío soviético por parte de Rusia según los comentaristas. Es como si, en pleno 2014, se tuviera añoranza del Telón de Acero, que marcó la frontera política e ideológica entre Europa occidental y el bloque comunista en los años cuarenta tras la Segunda Guerra Mundial.

Veamos la tramoya de lo que está pasando. Tensión entre el Este, formado por la vasta Federación Rusa -el país más extenso del mundo, pero que ya no es lo que fue en influencia- y Occidente, es decir, EEUU y la Unión Europea, mantengamos al margen a las demás potencias.

Los actores no han cambiado mucho desde hace años. Por un lado está el frío y resuelto presidente Vladímir Putin, de 62 años, hombre fuerte de la política del Kremlin desde el año 2000, que alterna los puestos de presidente y primer ministro para mantenerse al mando, gozando hoy en día de una gran popularidad nacional de más del 82 por cien, según el centro ruso de estudios estadísticos, aún mayor que la registrada tras los recientes Juegos Olímpicos de invierno en Sochi. Y todo ello por haber devuelto el orgullo de ser rusos a sus conciudadanos tras el desastroso presidente Boris Yeltsin, con una actitud firme y decidida en las relaciones internacionales y en la defensa de la Casa Rusia.



DEPENDENCIA DEL GAS RUSO

Descontento con el "statu quo" mundial actual, consciente de poseer una potente arma maestra, la de ser el único proveedor de gas para la Unión Europea, "dadme una palanca y moveré el mundo", dijo el matemático y físico Arquímedes más de 200 años antes de Cristo, si se me permite la cita del bachillerato que me viene a la cabeza. La palanca de Putin es el gas.

Procede el líder ruso a la chita callando, actuando por hechos consumados: anexión pacífica de Crimea, desestabilización de Ucrania, referendos ilegales en regiones pro rusas de la parte oriental de esta nación como Donetsk y Luhansk. Lleva la iniciativa respecto a Occidente, tratando de recomponer la zona de influencia de Moscú.

Últimos pasos desafiantes: reciente exhibición de fuerza con una espectacular y ordenada milimétricamente parada militar con 11.000 soldados y 150 unidades de armas en la Plaza Roja de la capital rusa para conmemorar la victoria contra la Alemania nazi, pero como recordando: éstos son mis poderes. Y, además, visita retadora a Sebastopol, en Crimea, en olor de multitudes para mostrar a las claras que la península en cuyas aguas surca la Flota Rusa ha sido recuperada. Tal es el nuevo tablero de ajedrez -juego ruso por antonomasia- en la tensa partida que se está librando al este de Europa pero que se sigue con interés y aprensión en el mundo entero.

A este reto de Rusia, EEUU y la Unión Europea respondieron primero cautelosamente con sanciones dirigidas a unas cuantas personas y empresas vinculadas a Putin, acción de castigo que no dio resultado pues no hubo marcha atrás. El autócrata ruso cree que los intereses de su país son lo suficientemente importantes para arrostrar el riesgo de un aislamiento por parte de Occidente, consideran los observadores de la política internacional. Más tarde se generalizaron las medidas de retorsión por parte de ambos bloques enfrentados en un duelo desigual, recordemos que, según las redes sociales, la economía de Rusia representa 2 billones de dólares frente a la de EEUU, que se cifraría en 16,8 billones de dólares, unida a la de la Unión Europea de 17,4 billones, es decir, un choque económico de pote de barro contra pote de hierro. Rusia está, pues, en franca desventaja y Putin quiere compensarlo con una guerra psicológica, jugando sus cartas, la más importante de las cuales es la dependencia europea de los hidrocarburos rusos.



MILES DE MILLONES PARA UCRANIA

Volvamos a la actualidad. Punto de fricción mayor: Ucrania, nación de 46,2 millones de habitantes y 630.000 km2, segunda en extensión después de Rusia, dirigida en la actualidad por el primer ministro interino Oleksandr Turchinov y en víspera de elecciones presidenciales el próximo 25 de mayo, fecha clave para el porvenir de Ucrania. Tiene esta nación de Europa del Este la buena reputación de ser el granero de la región pero también la mala fama de estar gobernada por una cleptocracia, tales son las prácticas generalizadas de robo y engaños de su clase dirigente. A grandes males, grandes remedios, la Unión Europea ha reaccionado geopolíticamente, parece dispuesta a salvar a Ucrania, ha desplegado en su favor todo un zafarrancho crediticio concediéndole un préstamo sin precedentes: mil millones de euros para salir de la situación de quiebra en que se encuentra, lo que unido a los mil millones de dólares anunciados por los Estados Unidos, prueba que Occidente no se para en barras para retener a Kiev de este lado del nuevo telón de acero en la actual guerra fría económica. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estudia asimismo aportar ayudas para anclar al bloque occidental a Ucrania en uno de los más caros rescates de los que se tiene noticia.

Esas son algunas de las piezas del puzzle aún sin cuadrar de la estratégica Ucrania, justo por estar situada entre el Este y el Oeste, piezas que presentan gran dificultad porque no paran de moverse de forma incierta como una escultura colgante del gran Alexander Calder.

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