ADOLFO ZON PEREIRA

“En Brasil hay el rico que no hay en España y el pobre que aquí no conocemos"

Adolfo Zon Pereira lleva 22 años en la zona del bajo Amazones desarrollando una laborar misionera

Adolfo Zon Pereira lleva 22 años en la zona del bajo Amazones, al noreste de Brasil, en el Estado de Pará. En la actualidad desarrolla su labor misionera en una barriada de Belém, la capital del Estado, aunque la mayor parte de su actividad la entregó a la diócesis de Abaetetuba, una zona muy pobre y que se encuentra en el corredor de la droga que llega de Colombia a través del Amazonas. Estos días está pasando en su Seixalbo natal los tres meses de vacaciones que, según marca la orden javeriana, le corresponden cada tres años.

¿Qué representa Seixalbo para usted?

Aquí están mis raíces. Es el lugar donde uno nace y crece y donde uno empieza a socializar los primeros valores de la vida. Una parte de lo que soy se lo debo a este pueblo.


¿Cómo nació en usted la vocación de misionero?

Por el seminario pasaban muchos misioneros y poco a poco iba germinando la semilla y en cierto momento piensas y buscas también otras cosas y otros lugares y al final uno se ilusiona. Yo encontré a los javerianos y fui descubriendo que por ahí también me podría realizar en la vida.


¿Por qué eligió a los javerianos y qué define a esta congregación?

Todos somos cristianos y católicos, pero en el catolicismo hay diferentes familias definidas por el carisma, el don de un fundador que quiere vivir de una forma distinta. Los javerianos nacieron de un obispo de Italia que quería continuar la labor de San Francisco Javier, que había acabado a las puertas de China. Quería fundar una familia misionera para evangelizar China y cuando estaba en esa tarea, llegó la revolución de Mao y los echó a todos los fuera. Entonces los javerianos se expandieron varias partes del mundo.


¿Cómo fue su salto a Brasil?

Tras ingresar en los javerianos pasé los siete años de preparación que marca la orden. Hice el noviciado en Italia y luego volvía España, donde me ordené y estuve en Madrid y en Navarra. Cumplida esa etapa, hice mi pedido de destino. El primer país que puse fue Brasil, porque veía allí una iglesia mucho más dinámica, popular, en transformación y con la teología de la liberación en auge y aquellas cosas en la década de los 80 entusiasmaban y la congregación me destinó a Brasil y a la zona que yo quería, la del Amazonas.


Su primer destino fue Abaetetuba. ¿Cómo era aquel mundo?

Aquel mundo es difícil de expresar con palabras. Es un delta en la desembocadura del río Tarantins con el Amazonas y estaba atravesado por más de 200 ríos y canales. Había una enorme pobreza. Aparte de algunos funcionarios y algunas familias que podríamos calificar como la 'clase media', porque tenían un comercio o una cantina, la mayoría de la gente vivía del medio, agricultores y pescadores, pero muchas familias no tenían ni posibilidades de ir a pescar.


¿Cuál fue su primer objetivo?

Mi primer objetivo fue atender a los más pequeños y su educación. Una asociación había conseguido un proyecto del Estado para alimentar a unos dos mil niños de 3 a 5 años y yo vi que necesitaban también la educación, la escuela. Lo que comían aquellos niños seguramente era para muchos la única comida que tenían al día, sobre todo en invierno, que era la época más difícil, pues las lluvias continuas no permitían producir nada. Tras luchar mucho, conseguimos que el municipio pagara 48 profesores para dar clase en los mismos locales en que se repartían las comidas. Pero eso sólo duró dos meses y el municipio dejó de pagarlos. Logramos que los profesores continuaran y hacíamos colectas para darles algo al mes, hasta que en 1995 logramos que el Gobierno asumiera sus sueldos. En 1997 el municipio se hizo cargo de las 48 escuelas que habíamos creado.


¿Creo que las aportaciones desde Seixalbo jugaron un papel singular en este proyecto?

Pues sí. Con el dinero que me enviaron desde Ourense creamos una red de canoas para que los niños pudieran trasladarse hasta los colegios. En otra ocasión se hizo una campaña en Ourense para salvar el economato de la misión, que era con lo que conseguíamos algunos ingresos. En la temporada de lluvias la gente no tenía ni para comer y le dábamos comida. El economato estuvo al borde de la desaparición y se salvó con el dinero que llegó de Ourense.

 

¿Existen muchos contrastes sociales en Brasil?

Sí. Brasil es el país de los grandes contrastes y de las grandes desigualdades. Tiene el rico que España no tiene y el pobre que aquí no conocemos. Las leyes laborales parecen ser muy serias y si una empresa tiene a un trabajador que no está en regla acaban con ella, pero luego en muchas ámbitos, como el comercio, todo el trabajo es esclavo y se permite una explotación jamás vista.


¿Hay tanta corrupción en el país como se dice?

Es algo del día a día. Puedo poner el ejemplo de las escuelas. Reciben una asignación por alumno, de la que el 60% es para el profesor y el resto para otros gastos educativos. A mayores reciben asignaciones para transporte y alimentación. Con lo que reciben debían tener una educación fantástica, pero es muy mediocre. Qué ocurre, que se inflan las cifras de profesores y el dinero a mayores se lo reparten las autoridades a una serie de personas de su camarilla y que no dan ni una sola clase. Así llegamos al disparate de que el municipio tiene 1.200 profesores para 68 aulas que tienen la mayoría un profesor y algunas especiales dos.


¿Cuál fue el momento más duro que sufrió?

Momentos duros no tuve, pero sí tristes, como cuando protestábamos porque había gente de la camarilla que cobraba por dar 800 horas de clase y a la hora de la verdad veías que algunos a los que tratabas de defender se ponían del lado del corrupto. Me volvía loco ver que algunos de aquellos por los que luchas acababan apoyando a los que los estaban exprimiento.


¿Y el momento más feliz?

Pues ver el resultado del trabajo que haces, el cariño que te demuestra la gente, lo generosos que son. Ahora estoy en Belém, pero cuando vuelvo a Abaetetuba y veo que entre aquellos niños que empezaron preescolar hay universitarios, abogados, arquitectos, esa es la mayor satisfacción.


¿Existe mucha contestación contra el Mundial de fútbol?

Más que contra el Mundial en sí, es contestada la forma en que fue organizado y el gasto que supone. El país no tiene dinero para la salud y la educación, pero tiene miles de millones para grandes estructuras deportivas. Brasil se embarcó en dos acontecimientos, como el Mundial y los Juegos Olímpicos de 2016 y que no tenga para hacer una consulta médica, eso no es justo.

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