CIUDAD

Cabinas de teléfono inútiles afean y obstaculizan las calles

Salpican la ciudad, dañadas por el vandalismo, averiadas, sin mantenimiento y con escaso uso

Sucias, rotas o desmanteladas. Ese es el lamentable aspecto que presentan la práctica totalidad de las cabinas telefónicas que se encuentran en la ciudad. La proliferación de móviles y el aumento de los locutorios en los últimos años ha hecho que el uso de estas cabinas se haya ido reduciendo progresivamente, y, por consiguiente también su rentabilidad económica para la empresa explotadora.

Como el Real Decreto del año 2011 establece la obligación de que haya al menos un teléfono público de pago por localidad en aquellos municipios que tengan menos de 1.000 habitantes en los que esté justificado, y de un teléfono público adicional por cada 3.000 habitantes en los núcleos con más de 1.000 personas, la empresa de telefonía no puede eliminar sin más estas cabinas, así que busca el menor perjuicio económico posible gastando menos en el mantenimiento de este mobiliario para mantenerlo en condiciones óptimas. Por otra parte, resultan un espacio rentable como soporte publicitario, ya que admiten la colocación de carteles de empresas anunciantes, siendo al final, más que un servicio público, un espacio de anuncios.

Aspecto

En Ourense existen aproximadamente unas cien y son muy pocas las que mantienen un estado de conservación adecuado. Casi la totalidad de las cabinas con doble teléfono carecen del aparato en uno de los lados, ya que ahí sí pueden optar por su desaparición.

Además del aspecto de dejadez y suciedad que ofrecen, en muchos casos con pintadas y cartelería ilegal, también suponen en algunas calles un auténtico obstáculo, tanto para la circulación del peatón como para la visibilidad. Esta condición de mobiliario urbano es la que puede permitir al Concello dar un aviso a la empresa encargada del mantenimiento para que lleva a cabo esta labor, aunque la institución no pueda hacer mucho más. Y aunque cueste creerlo, aún hay quien usa este servicio, eso sí, se queja de que "me tragó los dos euros y medio y no pude hacer la llamada", asegura Patricia, una joven que recientemente se vio obligada a usar la ubicada en la Alameda.
 

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