Cada día, o casi cada día, tenemos una estadística que echa luz sobre algunas situaciones. Cada quincena, aproximadamente, hay un informe demográfico que aborda las más variadas cuestiones. La que conocemos hoy se refiere a que en la provincia hay ocho aldeas despobladas menos. Ese rescate de pueblos fantasma permite pensar, en teoría, que las cosas mejoran en la lucha contra la despoblación.
Son tantas las ganas de que la provincia no se desertice que ponemos la lupa en cada cifra para ver si hay argumentos para decir que existen apuestas para volver al rural. Es difícil, pero no imposible. No es una cuestión de voluntarismo recuperar una aldea. Hay que tener claro el proyecto de vida y analizar los servicios que se prestan para que sea atractiva la elección, más allá de que el entorno sea placentero y tranquilo, que seguro que lo es.
Debemos distinguir entre repoblar núcleos rurales gracias a que los jubilados retornan al pueblo a modo de descanso o hacerlo gracias a parejas jóvenes, con hijos que hagan vida allí y que tengan un proyecto profesional que haga germinar todo lo demás. Ahí ya tenemos dudas. Todas las dudas.
