Nunca sobran las inversiones que generan actividad económica y dotan a la sociedad de servicios públicos o privados. Tampoco en Ourense, de ahí que parezca un sarcasmo que los encargados de captar esas apuestas sean quienes hagan todo lo posible para que no las hagan y se vayan.
Un grupo privado promovía dos centros de mayores, uno en la calle Progreso 56 y el otro en Alejandro Outeiriño. Pues bien, después de dos años de espera y sucesivos requerimientos abandonan su idea, hartos de la burocracia del Concello de Ourense y aburridos por el laberinto en el que se ha convertido la institución.
En Urbanismo tardan un año y medio de media en dar una licencia, lo que ahoga multitud de proyectos y convierte a la ciudad que aún tiene a Jácome como alcalde en la urbe que más tarda en dar un permiso de obra.
Lo único que cabría exigirle, como mínimo, es que fuese solo igual de diligente que para contratar una orquesta o cobrar los impuestos a los ciudadanos.
