OURENSE NO TEMPO

Establecimientos Álvarez

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photo_camera Establecimientos Álvarez en la calle Progreso. Años 60.

Manuel Álvarez, fundador de la empresa, era un ourensano de Gomesende

Muchos de vosotros aún recordáis esta fachada de madera, que creo recordar desapareció en los 90 y de la que aún hoy tenemos un recuerdo de su presencia (cuando paséis por Progreso a la altura del viejo Hotel Roma dad un vistazo hacia arriba y comprenderéis a qué me refiero).

El edificio, como nos cuenta la profesora Carballo Calero en su libro “La transformación de una ciudad”, fue en su día la casa chalet de los Feijoo, y de entonces es también el adorno triangular que vemos en la imagen (o uno parecido). Fue el arquitecto municipal Antonio Crespo López su autor en el año 1883 (?). El adorno “encerraba” un merendero, algo muy de moda en los finales del XIX.

En 1907 el edificio pasa a ser residencia de los Cuanda, propietarios de los que iba a ser el emblemático Hotel de Roma, quienes encargan a Daniel Vázquez Gulias la remodelación el edificio. Éste lo dota de una hermosa galería, aunque decide conservar ese triángulo como detalle de identidad. En la fotografía se aprecia perfectamente.

El edificio se conoció como Establecimientos Álvarez, porque en él se instaló en la década de los 40 la sucursal de una de las mayores empresas que hemos tenido en Galicia: Grupo de Empresas Álvarez, de Manuel Álvarez Pérez e Hijos, y se mantuvo abierta hasta los 70. Cristalerías y vajillas de fabricación propia era el producto estrella, pero yo recuerdo que en navidades los juguetes también formaban parte del escaparate. ¿Os suenan marcas como Santa Clara, Royal China, Pontesa y Casablanca, por no hablar de la mítica Duralex (transparente, verde y …)? Si no las recordáis preguntad a vuestros padres o abuelos.

Lo que pocos recuerdan es que Manuel Álvarez Pérez, fundador de la empresa, era un ourensano de Gomesende (1873- 1938) que con tan solo 18 años tuvo que emigrar a Cuba. Allí consiguió trabajo en un aserradero que se dedicaba a proveer de las tablillas con que se fabrican las cajas de puros a las tabaqueras locales. En poco tiempo, a base de duro trabajo y un gran olfato para los negocios, termina haciéndose propietario de la empresa. Hacia 1917 tiene ya una pequeña fortuna y, por motivos de salud, decide retornar a España. El caso es que la fortuna, que le había sonreído hasta ese momento, parece desvanecerse, y todo su dinero, que había invertido en marcos alemanes, con la derrota alemana en la I Guerra Mundial pierde su valor en los mercados internacionales. Como recurso desesperado, decide ir a Alemania e invierte todo su dinero en mercancías, que paga en efectivo, loza y porcelana son el botín del empresario.

De vuelta a Vigo, donde se ha instalado con sus once hijos, monta una tienda para distribuir sus productos. En 1922 se asocia con Manuel Rey, dedicándose a importar y exportar artículos y, lo más importante, comienza a investigar los métodos de producción de la porcelana con intenciones de fabricarla directamente en España. En 1927 cesa su relación con Manuel Rey y crea Manuel Álvarez e Hijos S.L. 

En un principio, la empresa se limita a la decoración de artículos importados, pero en sus talleres ya comenzaba a elaborar algún producto de manera autónoma. Llegamos así al año 1936, en el que todo se precipita. La guerra hace muy difícil la llegada de productos de Alemania, y Manuel no duda en ponerse a fabricar. En 1930 ya había montado su primera gran fabrica en donde hoy está El Corte Inglés, y empujado por los acontecimientos (la guerra disparó el consumo de manufacturas de cristal y vidrio, para uso en hospitales, laboratorios, farmacias, etc.), fue así como se gestó la primera gran ampliación, con la inauguración de las fábricas de Cabral. Desgraciadamente nuestro personaje ya no llegó a conocerlas porque la muerte le sobrevino en diciembre del 38. Sus hijos Manuel y Moisés quedaron al frente de la empresa y durante años consiguieron mantenerla en lo más alto de la industria gallega; el final es otra historia. 

Don Manuel Álvarez Pérez, empresario ourensano, dejó como legado principal su capacidad de trabajo y la demostración palpable de que ante las adversidades solo cabe enfrentarse a ellas. 

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