Hasta chamuscar el felpudo

El fuego esta semana ha reclamado vidas y se las ha llevado. Fuera de esa tragedia, nada ha cambiado, solo que el fuego llegó al felpudo este año. Galicia arde sin remedio. Si lo hay, ¿quién lo tiene?

Lunes, 16 - Un infierno con todos sus demonios

El infierno nos persigue desde las clases de Religión, con Pedro Botero atizando al mal, empujándolo como combustible para arder eternamente. Vaya forma de expiar nuestras culpas. El infierno salió desde su inconcreta ubicación para subir a la superficie, manifestarse como solo se sabe en Galicia, en Ourense en particular. El lunes fue todavía un infierno. Con los incendios pasa como con los infiernos, que dice la frase,  nuestros demonios nos piden cada vez un infierno más grande. Los de esta semana fueron desproporcionados porque entraron desbocados hasta el felpudo de cada, pero las llamas llevan décadas siento voraces con lo nuestro. Tanto que hasta ha convertido en cenizas nuestra capacidad de reacción. No, no hay nada que hacer. Vivimos en la boca del infierno cada verano, cada vez más cerca de la primavera, cada vez más cerca del otoño. Es la rabia del fuego cerca de casa que transmite la prensa. Los enseres y los medios de vida pasto de las llamas despiertan la conciencia del mando a distancia, que dura lo que tardas en cambiar de canal. Tres días de luto oficial por las víctimas, las lluvias que vienen de bombero, y a otra cosa. Seguimos en la crueldad del mal de nuestros libros de Religión, sin otro remedio eficaz. El Papa Benedicto XVI dijo en el año 2008 que el infierno existe como lugar determinado, pero no dijo dónde. Ahora ya lo sabemos. A rezar.

Martes, 17 - Qué se hace además de echar culpas

Las tragedias tienen su punto moralizante. Terribles para quien las padece, agradecidas para el resto: rebrota la solidaridad, blanquea los corazones y mueve temporalmente algunas conciencias. Despierta la dignidad pisoteada de mucha gente. ¡Qué sarcasmo! Galicia necesitó un Prestige para sacudirse los complejos. Galicia tiene un Prestige cada verano, pero la conciencia también veranea y se pega unas siestas eternas. En ocasiones, como este año, el espanto del fuego es tal que la reacción es ir al desván a rescatar la bandera del Nunca Máis, salir en manifestación, culpar a la Xunta y marcharse de nuevo para casa. Sacar otra vez la foto de Feijoo del año 2006 apagando el fuego con la manguerita (presidente, mejor te hubiese sido quedarte en la terraza del bar tomando una caña y ver cómo ardía) y, por supuesto, culpar a la Xunta, por si no lo había hecho antes. Que la tiene, conste. Esta y todas las xuntas, por si hubiese más de una. A veces la dignidad también es medible, como las hectáreas quemadas. Siempre  arde, no siempre se sale en manifestación o no es tan numerosa. En Ourense varias generaciones se han criado entre llamas cada verano, como los niños de la guerra en Palestina o Mossul. Cómo concienciar a los chavales sobre la gravedad de los incendios si se han merendado la Nocilla oyendo el ulular de las sirenas de bomberos y el rugido de los motores de los hidroaviones y los helicópteros. Cómo repoblar pueblos en los que ya muchos de los pocos mozos que quedan andan a pillar un contrato estival como brigadista. Qué esperar de nuestra conciencia ambiental, que hemos tirado la lavadora por el terraplén y los neumáticos al arroyo, que hemos cerrado fincas con somieres, dejado las fachadas en ladrillo. Qué política forestal aplicamos si en la aldea hace décadas que no se ven los marcos. Qué hacemos para que no vuelva a arder el verano que viene a salvo de echar la culpa a la Xunta, que la tiene. Ah, y a la foto de la manguera.

Miércoles, 18 - Y, como siempre, llovió para mojar

También este día ofrecía imágenes de paisaje lunar y nos dejó declaraciones estupendas desde los escaños de todas las instituciones. Y se crearon comisiones, y se dieron ruedas de prensa, y se soltó munición gruesa desde todos los partidos, y se legitimaron en sus furibundas críticas, y se recordaron que se crearon mesas de debate, con propuestas en apariencia irrefutables, y todos se enterraron hasta las corvas moliéndose a palos para hacernos ver que eso es lo mejor. Y llovió, y fue lo mejor.

Jueves, 19 - Acabar con el dolor, nunca con la vida

Un policía confesó que él y sus compañeros que estaban rodeados por el fuego en un incendio en Nigrán pensaron en pegarse un tiro antes de ser ellos también pasto de las llamas. Escuché un día que cuando una persona decide suicidarse quiere con ello matar el dolor, nunca la vida. 

Viernes, 20 - Una hectárea de un total de 35.000

A Ángel M.N. le imputan un delito de incendio forestal en Os Blancos. Lo pillaron, lo llevaron al juzgado, fue interrogado, se ordenó su ingreso en prisión, salió en todos los medios de comunicación, queda señalado a perpetuidad. Está acusado de un incendio que arrasó una hectárea. En Galicia ardieron en unos días más de 35.000 hectáreas. Hagan una regla de tres.

Sábado, 21 - Hasta el verano que viene, sin remedio

La Xunta dio a conocer el detalle de sus presupuestos para el 2018. Entre las partidas, mucha pasta para los incendios. Este año se dedicó al Pladiga en la comunidad 173 millones de euros, dinero que no fueron para mejorar la sanidad ni l a educación ni para paliar otras muchas necesidades. El 75% de ese dinero se dedica a apagar el fuego, un fuego que nunca sirve para nada: ni para recalificar lo ardido, ni para repoblar con otras especies. Sencillamente, todo arde siempre para nada. Una de cada diez hectáreas que se queman en España se localizan en Ourense, una provincia que tiene 575.000 hectáreas y que ha visto como desde el año 2001 se arrasaron bajo las llamas 200.000. Y así fue antes de esa fecha y, lamentablemente, será el año que viene. Ourense, esa provincia sin mar que lleva décadas viendo como un Prestige encalla en el monte. 

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