Es hombre de varios mundos o de varias vidas,al que siempre le ha gustado tocar palos distintos. Es técnico de ascensores y domador de caballos, además de profesor de equitación. De joven fue bailarín artista de circo.

El hombre pegado a los caballos

Emilio Iglesias no fondo da rúa Celso Emilio Ferreiro
Es hombre hecho a sí mismo que ha conseguido lo que pocos, al sentirse a gusto con su profesión y aficiones.
Puede decirse, y lo aceptará, que es afortunado, aunque la vida le ha dado a él y a su familia mucho más acíbar del que correspondería en una hipotética estadística del sufrimiento. Acusó los golpes, pero no se dejó doblegar. Con la perspectiva del tiempo, haber perdido a tres hermanos y vivir de niño el drama de un padre dializado esperando el milagro de un riñón por culpa de una insuficiencia renal, acabó por fajarle para afrontar los retos a los que se enfrentó. Los ascensores son el modus vivendi, y su pasión, los caballos, de los que ha aprendido que constancia y disciplina son el pasaporte para las más importantes empresas.

En la primera infancia en Seixalbo tuvo por maestro a Gerardo Gómez, hasta que en tercero de EGB pasó al nuevo grupo escolar de O Carqueixal. Luego comenzó electrónica en la Universidad Laboral -se haría técnico ya adulto-, época en la que ya comenzaba a manifestarse su vocación artística. Siguiendo a sus hermanos mayores se dedicó al baile en Castro Floxo. De la mano del veterano grupo nacido en Seixalbo, participó en numerosos festivales folclóricos que le llevaron dos veces a México, Argelia, Francia, Alemania, Suiza o Italia, además de muchas ciudades españolas.

Entró en Bemposta tras trabar relación con gente de allí jugando al fútbol. Fue de los pocos capaces de dar el difícil salto a ese mundo tan próximo y tan lejano a la vez, de Seixalbo. ' Ingresé en la escuela de Circo e hice bachillerato y COU en Bemposta', recuerda. 'Después pasé al circo y allí hice equilibrismo, acrobacia, troupe, magia y... por supuesto, caballos', con los que estableció una especial relación que ya no ha abandonado nunca.

Fue una etapa decisiva. Por eso tiene claro que Bemposta fue para él 'una escuela de vida'. A los 19 años conoció allí a Michelle, su mujer, que hoy es 'una de las columnas sobre las que se sostiene mi vida'. Por sus venas corría el circo, pues era hija del mítico Fírvida, sensacional saxofonista y, a la vez, administrador del circo.

Dice que de su familia aprendió 'honestidad', en tanto que Bemposta 'me enseñó la vida, el esfuerz, el trabajo y a tratar de ser feliz sin dañar a los demás'. Cree que la Ciudad de los Muchachos fue 'una buena experiencia puesta en marcha por un hombre brillante que en un momento dado perdió el norte y a la que el tiempo dejó sin futuro'. Está convencido de que 'pudo acabar mejor' sin los problemas del fundador, los enredos del entorno o las luchas intestinas dentro del colectivo, además de los intereses políticos.

Antes de eso, vivió aquel mundo con plena implicación y anduvo de norte a sur y de este a oeste. Sin cumplir los 20 años ya era encargado de material en el circo. De esa época recuerda una gira por Colombia, en la que con Ángel Martínez Vázquez Ardilla y Tony Martínez se adelantaron a la expedición para proveerse de todo el material que no era posible trasladar desde España, y construir el que no había. 'Las responsabilidades nos obligaban a tomar decisiones para resolver los problemas, pese a nuestra juventud e inexperiencia. De la capacidad de cada uno dependía la vida y la comida del colelctivo', apunta.

En un momento dejó el circo, se casó, entró a trabajar en la más importante multinacional de ascensores, pero ya nunca se bajó de los caballos, que tanto le aportan en el ámbito personal. Se dedicó a la doma y a dar clases de equitación -también cursó esta disciplina de adulto- hasta hacerse con un destacado palmarés en el que destaca la medalla de plata de doma clásica de 2010, en el campeonato gallego, o la de bronce en 2012.

Impartió clase en varios clubes hípicos y ahora gestiona el de Coles. De su mano salieron niños ganadores hasta convertir el club en el más laureado de Galicia, ranking en el que todavía hoy ocupa lugar destacado. Aquí ocupan lugar de honor sus propios hijos, Irene y Pablo. 'La niña, con 14 años, cuenta con cutro medallas de oro, dos de plata y una de bronce, y Pablo, de 12 años, logró una de oro, dos de plata y una de bronce, en el campeonato gallego de doma clásica'.

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