Manuel Penín: 'Si uno confía en la vida, te pone cosas delante continuamente'

El artista retratado en el Centro Cultural; la exposición, hasta el domingo. (Foto: José Paz)
n n n Quedas con Manuel Penín para charlar del mundo, a las cinco de la tarde, y el mundo, aparentemente, sigue en su sitio. Y él, rabioso de puntualidad a las puertas del Centro Cultural Marcos Valcárcel que alberga su exposición “Human Matter”, extenso “work in progress” de retratos y pinturas que rematará el domingo.
Es un artista a su bola. Vitalista, positivo, y calmado, cada vez más; sin grandes sueños imposibles, pero con la maquinaria que no ceja.
Gusta de las camisas con casi tanto color como sus pinturas; hoy un polo trenzado de geometrías y colorido étnico. “¿Qué le pasa a mis camisas? -espeta armado de intriga- me mola el color, el color es terapia”. Sus ojos claros y azules, pelo rubio ensortijado a lo Bisbal que le da un aspecto de niño grande; su envergadura corporal es otra cosa. A sus 41 años mantiene intactos algunos preceptos que -a falta de dos asignaturas marías- lo alejaron de la facultad; no deseaba otro amarre que su compromiso con el arte.

¿Se puede decir que el arte sirve para algo?
Todo trabajo, acción hecha honestamente, tratando de beneficiar a los demás es necesaria y es útil. El arte para sanar, para mejorar a las personas, para despertar a la humanidad; hay infinidad de artistas para quienes ésta era su finalidad.

¿Es que hay arte deshonesto?
Cuando tú te planteas una acción con otra intención, eso es deshonesto siempre. Pues claro que hay arte deshonesto, igual que en todos los aspectos de la vida.

¿El arte da de comer?
Depende de lo que se quiera comer (se ríe). A mí, anímicamente, lo que me da de comer es poder trabajar en lo que quiero. Confucio tenía una máxima que decía aquello de búscate un trabajo que sea una vocación y no trabajarás nunca, y yo es lo que trato de hacer. Si trabajas con honestidad, si tienes confianza en la vida, la vida te pone cosas delante continuamente. Si uno tiene miedo, uno trata de buscar seguridad, si uno busca seguridad, la cosa se vuelve más rígida, y empiezas a inventarte realidades muy extrañas.

¿Cuándo te planteas que tu futuro era dar brochazos en un lienzo?
A los doce años estaba en la Escuela de Artes y Oficios. Allí estaban mi tía, mi madre, y de profesor Cárcamo. Allá hacía talla de madera, modelado, alfarería, dibujo. Yo sabía que iba a ir por ahí. Estaba sensible hacia la belleza.

En tiempos de la era digital, una apuesta por la destreza manual, ¿no es un ejercicio contra corriente?
Yo no tengo nada en contra de lo digital, simplemente a mí nunca me llamó. Me gusta lo tangible, lo que se toca, no me gusta lo virtual. De hecho la gente comienza a estar saturada de ordenadores, de imágenes…

Acude a diario a la exposición como si fuera un trabajo, y se enfrenta a todos aquellos que se quieran retratar, “el retrato me facilita un contacto directo con la gente”. En un solo trazo y en no más de cinco minutos. Después quedan instalados en la pared, alineados como si fueran objetos.

Un artista como usted en qué cree, o es un descreído?
Yo era un descreído en el género humano, y ahora con los retratos, ya no. Pero en otro tipo de creencias, políticas o religiosas, no creo.

En esta crisis se ha hablado mucho de burbujas, ¿es la especulación un argumento inherente al ser humano?
Es evidente que vivimos tiempos de cambios; hay cosas que han terminado ya. Con la pesadilla de la crisis yo empecé a pintar de una manera más optimista, con mucho colorido, era una manera de darme más energía y tratar de compartirla con los demás. La gente tiene que darse cuenta de que la tierra es un paraíso para vivir en él y disfrutarlo. Si uno trata de construir su propio paraíso, la cosa no funciona. Hay gente que ya ha cambiado su vida, y otros se están replanteando la manera de estar en el mundo. Y yo también.

¿Al artista de hoy le siguen persiguiendo las musas como a Picasso, o eso también quedó atrás?
No sé lo que es eso, yo necesito un estado de concentración bastante alto a la hora de trabajar y un cierto nivel de serenidad, y entonces la cosa fluye.

¿A qué político que no lo hayas hecho te gustaría pintarle la cara?
Se ríe. Me gusta retratar a cualquier persona. ¿Pintar la cara? A ningún político le reprocharía nada. Otra cosa es que se puedan tener diferencias. A mí –no hay manera de sacarle nombres- me gusta retratar a todo el mundo, incluso a las “malas personas”. ¿Nombres?, no los hay.

No veo desnudos en tu obra, ¿Nos estamos cortando?
Psicológicamente hay mucho desnudo. Tres minutos mirando a los ojos de una persona es algo muy íntimo, ese tipo de comunicación en la vida real es muy raro que pase. Cuando alguien se presta a eso, ya se está mostrando.

¿Es posible la provocación en el retrato?
Es una provocación serena, durante la acción no se habla. Hay gente que se altera, incluso algunos se muestran agresivos motivado por la forma de mirar, necesito concentración.

¿Qué artista te llevarías al huerto?
Soy de clásicos. He estado hace poco en Londres e iba a la National Gallery a ver cuadritos de Rembrandt, retratos y autorretratos que tiene magníficos. Velázquez, Goya, Munch; en música Mozart, Beethoven, Bach.
Le pregunto por el futuro, “yo veo el presente y se acabó”. El artista se dirige a la sala que abre sus puertas, a retratar a quien se deje, suma 350; más de dos mil visitas. Mañana Dios dirá. n

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