Los padres de Laura Alonso ayer, por fin, después de algo más de tres años, pudieron mirar de cerca, a escaso medio metro, a la persona que mató a su única hija el 24 de agosto de 2009. El cruce visual fue duro y desafiante

Miradas duras y desafiantes

Ramona Pérez Diéguez (49 años), pese a que no lo supo hasta el último instante, fue capaz. Cuando la magistrada Amparo Lomo del Olmo le indicó que había concluido el interrogatorio, se levantó y miró al acusado. No se arredró. Daba así respuesta al consejo que el pasado viernes por la tarde le transmitía por teléfono Eva Casanueva, la madre de la malograda Marta del Castillo: 'Sé dura, no te vengas abajo y, si puedes, mírale a la cara'. Su mirada, aunque breve y contenida, fue muy valiente.
Su marido, Cesáreo Alonso Olleros (51 años), poco antes había repetido el mismo ritual. Pero ese contacto visual no fue tan sereno como el de su esposa. Al clavarle los ojos a Javier Cruz destiló emociones. Le dedicó una mirada desafiante, cuajada de rabia, un sentimiento que se adueñó de él desde el mismo día en que desapareció su única hija de 19 años. Tal como había explicado antes del inicio de la vista, llevaba aguardando tres largos años 'para verlle a cara ó asasino'.

Cesáreo Alonso fue plenamente consciente de la importancia del momento en tanto que, a escaso medio metro del procesado, fue el contacto más estrecho que tendrá con él en muchísimo tiempo. Por eso mismo, con los ojos y la expresión agarrotada de su cara, le detalló todo lo que pensaba. Pero, sobre todo, todo lo que sentía.


TENSIÓN

Alonso Olleros no sólo buscó el ojo con ojo del inculpado, que éste rehuyó mirando al frente, nada más comenzar el interrogatorio, sino que recreó la escena lentamente en el momento de abandonar el estrado. De hecho, la tirantez fue tan palpable en el ambiente que hasta la magistrada ponente amagó tensión con su gesto cuando lo invitó a levantarse.

El padre de Laura reconoció que Cruz González comenzó a ser el asesino de su hija desde el mismo momento en que, al comprobar que en la mañana del lunes 24 de agosto no estaba en casa, la llamó al móvil. Estaba apagado. Pero había un segundo teléfono que sonó en el interior de casa. Al cogerlo y echarle un vistazo, 'vin todas as mensaxes de amenazas que tiña sobre ela'.

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