REPORTAJE

Un pueblo de miles de cerillas

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photo_camera Justino Suárez, frente a la reconstrucción de su aldea.

Justino Suárez, quien llegó a Suiza en 1961, también ha creado una réplica del Camp Nou que se expondrá en el Museo  del Barça, probablemente a partir del mes de septiembre

Año 1961. Mientras España y Suiza firmaban un acuerdo para contratar mano de obra, en Baldrey, una aldea de Maceda, un joven de 18 años había tomado la decisión de emigrar a la Confederación atraído por otros vecinos que se habían adelantado (los primeros gallegos que llegaron a Suiza lo hicieron sobre los años 1958 y 1959).

Justino Suárez Díaz recuerda que pensó, "si otros se fueron, yo no soy menos que nadie", y añade que "antes la vida era dura, la escuela no era obligatoria. Era una vida especial". Pidió a su padre "un pasaporte, un traje y poco más, no había más para darme", y así fue como vio por primera vez en su vida un tren, "desde Baldrey no se veían las vías, no se escuchaba el tren, así que nunca antes había visto uno", explica Suárez. Y llegó a Suiza sin contrato laboral, simulando ser un turista, (entre los años 1960 y 1969, el entonces Instituto Español de la Emigración calculó como tasa media de salida que un 51,5 por ciento de los españoles que abandonaba el país lo hacía sin contrato).

"Y cuando llegué fue impresionante el sufrimiento que te toca. No sabes hablar la lengua (él se estableció en el cantón francés, al lado de Lausana), tienes que empezar a comprar, a hacerte la comida, a sobrevivir, y yo solo tenía 18 años y no me había separado nunca de mi familia", asevera. Justino Suárez se fue por solo un año y tardó cuatro en regresar por primera vez a su tierra.

La última vez que vio Baldrey fue a principio de los 90, y aunque no ha vuelto en estos años, mantiene en su memoria y "en mi corazón" cada rincón y cada detalle del lugar que lo vio nacer. Y desde el recuerdo de la nostalgia, ha recreado toda su aldea a base de cartón y cerillas, con una dimensión de 200 por 110 centímetros y un tiempo invertido de 20 meses.

"Tenía que hacerlo, seguramente ahora ya no esté igual, habrá casas que ya no existan y otras nuevas que se hayan construido, pero es como yo la mantengo en mi memoria. Aún faltan algunos detalles como pintar, colocar a gente y recrear algunas escenas", comenta Justino Suárez desde Costa Brava, lugar que comparte con Suiza a lo largo del año.

Otras obras

Pero esta no es la primera aventura de estas características que emprende. Comenzó esta afición en 1983, y desde entonces ha construido la torre de Pisa, la Eiffel, una parroquia suiza y su otra joya de la corona, porque además de ejercer de ourensano es culé "de toda la vida": el Camp Nou, que llegará, probablemente entre agosto y septiembre al Museo del Barça para permanecer allí expuesto durante un tiempo. "Me lo pidieron desde la directiva, y ahora tengo que concretar con el vicepresidente del club. Seguro que lo dejaré, pero será una cesión por un tiempo, no un regalo", explica.

Y su pueblo natal también tiene claro donde quiere que se quede. "Tengo dos hijas y me gustaría que lo guardaran ellas, porque es parte de la historia de sus orígenes".

Justino Suárez se llevó con el tiempo a sus hermanos a tierras suizas y poco después sus padres fallecieron. "No hemos disfrutado de la vida", se lamenta, aunque ahora vive su retiro con calma e intentado recuperar parte de esa buena vida que tal vez perdió en su juventud. Recuerda cómo aquel primer tren de su vida se iba alejando de todo lo que conocía y cómo poco a poco fue tomando conciencia de la decisión que había tomado,pero asegura que "no sabía entonces lo que era el miedo, era bastante fuerte y pensaba que si yo no me metía con nadie, nadie se metería conmigo. Pero cuando vas viendo como todo queda atrás, el corazón se encoge".

Y eso que su llegada a Suiza no pudo tener mejores augurios: "Un amigo había quedado en venir a recogerme, pero el tren llegó por la noche, y él pensaba que era a la mañana siguiente. Así que me senté en un banco, mal vestido y con mi maleta, y un policía me preguntó, no de muy buenas maneras y con una mezcla de francés y español, qué hacía allí. Le dije que esperar a un amigo que no llegaría hasta el día siguiente, y me llevó a su casa, donde pude dormir. Tuve mucha suerte".

Justino Suárez enseguida se integró en Suiza. "Cuando me fui, vi cómo mi madre quedaba llorando a la puerta de la casa, y eso fue terrible, pero después de un tiempo en Suiza las cosas cambiaron, descubrí otro mundo, hice amistades y allí me encontraba bien".Se casó con una suiza, de eso hace ya 33 años, y asegura que "ni mi familia ni la suya nos pusieron problemas. Ambas nos querían mucho a los dos. Aunque en Galicia, al principio criticaban a las suizas porque decían que eran fáciles, cosas de aquellos tiempos".

Aunque Baldrey siempre formará parte de su vida, "es mi tierra de nacimiento" Justino Suárez sabe que no "retornará, ahora mi vida es otra, y allí no tengo nada para ir a vivir". En la actualidad viven 4.732 ourensanos en Suiza.

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