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Ramón Rodríguez: “Déronme tantos golpes que creín que me mataban"

ALALALA
photo_camera Adoración Vibe y Ramón Rodríguez, en la entrada de su casa en la que fueron agredidos por cinco encapuchados, en San Mamede de Urrós.

El matrimonio asaltado en Allariz asegura que los encapuchados que los atracaron "máis que ladróns eran animais"

El matrimonio asaltado en su casa de San Mamede de Urrós (Allariz), Ramón Rodríguez (84 años), y Adoración Vibe (82), no acaban de comprender la violencia con la que fueron agredidos por cinco encapuchados que entraron en su casa el pasado lunes para robarles. El asalto se produjo a las 19,00 horas y el matrimonio, que pasó la noche fuera de la vivienda con un hijo en Allariz, aún temblaba ayer de miedo, ambos no paraban de sollozar.

Los encapuchados entraron por la parte posterior del inmueble, una zona con bastante maleza, cuando Ramón Rodríguez salió a buscar unos troncos a un pequeño almacén para avivar el fuego de la chimenea. "Cando salín ca leña, déronme un golpe na cabeza e tiraron conmigo ó chan. Co golpe quedei atontado. Sei que dixen que non me pegaran, que lles daba todo o diñeiro que tiña na casa, pero déronme tantos golpes que creín que me mataban", relata entre sollozos la víctima.

Entre golpe y golpe –parte de ellos con la culata de la pistola y los otros a base de patadas y puñetazos–, lo maniataron. Primero la manos, dejándole libre las piernas para que entrara con ellos en la casa en la que estaba su mujer. Después, las piernas. "A min non me maltrataron, solamente atáronme as mans e as pernas, pero ao meu home casi mo matan. Cantos golpes me lle deron", lamentaba Adoración Vibe.

“Tende piedade"

Ramón Rodríguez, recientemente operado de una cadera, les fue diciendo donde tenía el dinero, 1.000 euros en un cajón, otros 2.000 en la caja fuerte y otros 600 en un sobre en otro cajón, al tiempo que les suplicaba que no le pegaran más, que era un hombre enfermo. Pero los cinco encapuchados no atendieron a sus súplicas, continuando propinándole patadas y golpes con la culata al tiempo que reclamaban más dinero. "Díxenlles: tende piedade. Pero máis que ladróns, eran animais. Menos mal que non me deron ningún golpe no lado en que me operaron a cadeira, si o fan, mándame ó hospital", dice.

Y el botín, unos 3.600 euros, les debió parecer poco, porque revolvieron toda la casa. "Tiraron armarios, roupa, mesillas. Deixaron a casa toda revolta, patas arriba", asegura la octogenaria.

El asalto se prologó por espacio de dos horas, que se hicieron eternas para el matrimonio. La casa está dotada de sistema de alarma, pero Adoración Vide se percató de que aún no la habían conectado. La mujer, asustada por el trato que esta recibiendo su esposo, pensó en el perro que guarda la entrada de la casa. "Pero non sei que lle deron, que lle fixeron para que non ladrara", explica.

Sobre las 21,00 horas, los cinco encapuchados abandonaron la casa por el mismo lugar en que entraron, por la parte posterior. Los ladrones, antes de abandonar la casa, también sustrajeron la escopeta de caza que tenía Ramón Rodríguez colgada en una pared. La Guardia Civil halló el arma tirada entre la maleza, a escasos metros del muro que cerca la vivienda de los octogenarios.

El matrimonio quedó maniatado en el interior, pero Adoración Vibe, ante el estado que presentaba su marido -los asaltantes le causaron graves heridas en una mano, en los labios y en la cabeza, por las que estaba sangrando- logró deshacerse de las bridas y pedir ayuda a su vecino más cercano, situado a unos 50 metros.

El hijo del matrimonio, el empresario y expresidente del desaparecido Club Deportivo Ourense, Felipe Rodríguez, lamentaba en la jornada de ayer lo que pasaron sus padres al tiempo que agradecía la ayuda de los vecinos. "Estaba traballando e pensei en vir a cenar con eles. Canto lamento non ter vido", explica.

Un vendedor de cerdos para la ceba

Ramón Rodríguez se abrió camino en la vida vendiendo cerdos por toda la provincia. Comenzó la profesión siendo muy joven y sin vehículos para el transporte. Lo hacía caminando, conduciendo manadas de cerdos, de entre dos y tres meses de vida, por caminos y carreteras de Allariz, A Limia, Monterrei y Celanova, ofreciéndoselos a los vecinos para la ceba. "Anduven de noite e nunca me pasou nada, ninguén se meteu conmigo", recuerda. En cada localidad tenía su posada, un lugar para comer, dormir y guardar a los animales, y continuar el negocio al día siguiente. La profesión aún la lleva por dentro, dado que el lunes, cuando los encapuchados lo golpearon, acaba de llegar a su  casa de dar de comer a unos cuantos cerdos que tiene para entretener su tiempo de jubilado.

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