Luis Romaní recibió ayer un homenaje como reconocimiento a una trayectoria académica e investigadora de casi medio siglo, 47 años en concreto, de los que 44 los ha pasado en lo que ahora es el Campus de Ourense.
Desde ahora se convierte en profesor emérito de la Universidad de Vigo. ¿Cómo se siente?
Con mucha satisfacción por haber sentido el afecto de unos amigos. De unos compañeros y discípulos pero por encima de todo amigos. Es un homenaje que agradezco mucho. Ya digo, ha sido una reunión de amigos. Tengo que estar agradecido primero a mi buen estado a la edad que tengo y segundo por el aprecio y el afecto que he recibido.
47 años en la Universidad...
Entré como profesor ayudante del departamento de Física de la Universidad de Santiago para hacer el doctorado. Pronto me surgió la posibilidad de venir a Ourense. Vine diciendo, pues a ver cuánto duro, con mi entonces novia, después mujer. Aquí sigo. Y no me arrepiento.
La de clases que habrá impartido en todos estos años...
Empecé el 1 de octubre de 1970, así que... No me parece que hayan pasado 47 años, ¡si yo me encuentro igual que cuando llegué, si me sigo viendo un chaval! En aquellos años setenta rápidamente pasé a ser profesor ayudante, y eso ya me dio un soporte económico. Luego, cuando me vi en Ourense no tenía muy claro el tiempo que iba a quedarme. Prefería ir día a día. Y ya ve, el Campus se terminó convirtiendo en mi casa.
¿Qué le supone ser profesor emérito?
Principalmente un reconocimiento, de por vida. Es como una forma de decirte que tienes ya muchos años pero que no sobras.
¿Cuál es la salud de la Universidad?
La Universidad siempre ha sido complicada, es un centro vivo que refleja las tensiones de la sociedad quizá como ningún otro. La Universidad es problemática. Siempre se dice que está en crisis pero ahí está desde el origen de los tiempos, desde la época medieval. Y es además uno de los lugares más autocríticos que hay. Ha mejorado mucho, tanto en medios como el profesorado.
