REPORTAJE

“Soy de España, de toda la vida”

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photo_camera Grupo de alumnos del Colegio Cardenal Cisneros, entre el centenar de alumnos de primaria hasta 4º de la ESO, hay 12 nacionalidades. (JOSÉ PAZ)

Son niños, enseñados a convivir en la diversidad, de la que el Colegio Cardenal Cisneros es todo un ejemplo. Algunos años ha llegado a haber alumnos de 16 nacionalidades, este año son 11, además de la española 

 

Lo que se aprende en la niñez, en la vejez no se olvida”, reza un mural en la puerta de entrada. El colegio Cardenal Cisneros está lleno de ellos, algunos de futbolistas de fama, otros, de los que te hacen pensar.

En el centro son muy reiterativos a la hora de promover actividades, lo que sumado a su carácter “multicolor” los ha hecho muy “visibles” en la calle. A Marila Abad, profesora de matemáticas y una de las promotoras, le preguntamos el porqué. “La aulas hoy no tienen puertas, no tienen paredes; en la vida tienes que aprender un montón de cosas que no está en las aulas; por ello un grupo de profesores decidimos que había que moverse”. 

Este año suman alumnos de once nacionalidades, al margen de la propia, pero han llegado a ser 16, algo que lejos de ser un problema lo han convertido en virtud. 

 Nos sentamos con algunos de ellos en las mismas aulas que cohabitan a diario, 2, españoles; otros españoles de padres foráneos, y 2 nacidos en otros paises, y dejamos que se expresen, con la naturalidad de unos niños. A las fotos se sumarán otros 6, algunos de Primaria.

Isabelly Carmo Valverde, 11 años, es hija de padres brasileños, habla con esa voz dulce casi cantarina, a veces ceceante pero con la frescura que sólo tienen niños de esa edad. Dice que no ha visto el racismo, pero sí ha sentido en otros centros, que la trataban diferente, que no era de aquí. “Pero si soy de España, de toda la vida”, comenta que les dijo; y no falseaba ningún dato. También es cierto que en otros colegios no existe ni por asomo la multiculturalidad de este y también es más fácil ser señalado. En casa, a Isabelly, le hablan en portugués.


Aires populistas


Ahora que algunos políticos insisten en señalar para que la pared se rompa por el lado más débil, o a construir muros allí donde las armas debieran ser la solidaridad y educación, uno piensa que no está mal alistarse en otros ejércitos. 

Adjy Ndiaye, 14 años, es senegalesa, nacida en Dakar, la antepenúltima de cinco hermanos, algunos ya han pasado por el colegio. Musulmana; viste vaqueros, no lleva velo. En casa hablan en wolof, uno de los idiomas de su país, además del francés. Quiere ser cocinera; por ello nos deleita, a modo de receta con un arroz con pescado que hace su madre, que a la hora del almuerzo nos hace la boca agua. Le gustaría -de mayor- vivir en Francia o en Estados Unidos, “porque allí hay muchos negros como yo”. Sin embargo la anécdota más sabrosa la tuvo un hermano suyo, que en este mismo colegio sufrió en carne propia encontronazos con otro joven -recién llegado- claramente racista. “No dejaba de meterse con él, estaba harto. Sin embargo, un día ese chaval tuvo una movida con otro; el único que salió a defenderlo, fue mi hermano. Desde aquel momento a aquel chico se le derrumbaron sus esquemas”. 

Yaneidys Martina Abad, 16 años, nació en la República Dominicana. Entre sus amigos fuera del cole, “hay de todo un poco; brasileños, senegaleses, españoles, dominicanos”. El hecho de ver -dice- personas que tienen tu misma nacionalidad hace que te sientas un poco en casa. De España aprecia la sanidad y la protección, algo también resaltado por Adji.

Nadja Yachou González, 11 años, es otro caso distinto, pero cada vez más frecuente. Hijos nacidos en España con padre o madre foráneo. “El racismo es una tontería”, dice, alguien acostumbrado a convivir con otras razas; hija de padres separados, ahora tiene una hermanita de padre senegalés.

Entre los españoles del cole lo de racismo lo tienen claro y no suena -parece- a muletilla aprendida.

Víctor Telmo Rodríguez, 16 años, se muestra -lo reconoce- tímido, a la hora de expresarse.  Pero su opinión está clara. “En el momento que escucho un discurso racista percibo la incultura de esa persona”, dice este joven que de mayor dice querer ser militar. 


Pequeña ONU


El colegio, que este año anda por el centenar, ha parecido en los últimos años una pequeña ONU, con alumnos colombianos, del Sáhara, Brasil, Rumanía, República Dominicana, Marruecos, Portugal, Argelia, China, Venezuela, Argentina, Egipto, Alemania. Para que los alumnos se integren rápido, sobre todo cuando llegan a mitad de curso se aplica una especie de “protocolo de nuevas lenguas”. “Se les asigna un tutor lingüístico para hacer un seguimiento, aunque también al haber alumnos de otras nacionalidades, son los mayores los que hacen de intérpretes con los más pequeños, como suele ocurrir con los rumanos, Y casos curiosos, el de una niña senegalesa, que para comunicarse con otra brasileña empezaba a hablar en portugués”, apunta Marila. 

Yeray González, 16 años, cursa su primer año en el cole. Le gustan las matemáticas y la automoción competitiva, se ve -es su deseo- de ingeniero en alguna firma automovilística de competición de velocidad; viene de Mende, donde el porcentaje de foráneos era mucho menor. 

Una clave, en el reportaje no se escucha la palabra extranjero; será que las claves están fuera. 

Sin protocolo de acoso escolar; caso único en Galicia
A lo largo de estos años han vivido experiencias complejas, “pero de las que motivan”. Algunos casos duros, como un alumno senegalés con discapacidad, “a quien su padre no veía más posibilidad que volver a su país para vivir de la mendicidad”, apunta Marila, el chico sigue en Ourense; otro alumno, también senegalés, que sufrió acoso en otros centros y en este se integró a la perfección. “Ahora en la Universidad,llegó a decir que la llegada al colegio cambió su vida”. Muchos se preguntan por qué aquí no existe un protocolo de acoso escolar, dice la profesora. Estas políticas de integración algo tienen que ver, seguro.

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