¿Cómo detectar si un niño sufre bullying?

Niños, con sus mochilas al hombro, haciendo cola para entrar al colegio en el primer día de curso. JUAN HERRERO
photo_camera Niños, con sus mochilas al hombro, haciendo cola para entrar al colegio en el primer día de curso. JUAN HERRERO
Con la vuelta a clase, este es un tema que preocupa a padres y madres, más en España que el séptimo país donde más casos de acoso escolar se producen.

El acoso escolar puede ser una de las experiencias más traumáticas para un menor. Si hace años a penas empezaba a conocerse el término "bullying", o la sociedad cree estar mucho más concienciada. Lamentablemente, las cifras siguen siendo alarmantes.

Según Educo, hasta el 44% de los niños y niñas de entre 8 y 10 años han sufrido este problema. Cuando se habla de bullying se hace referencia a la intimidación física o psicológica, e incluso sexual. Sea o no presencial, ya que la esfera digital también ha transformado este asunto.

Uno de los problemas más habituales es la falta de detección. Y es que como este tipo de abusos suelen prolongarse en el tiempo, las víctimas muchas veces llegan a normalizarlo o relativizarlo, y no lo denuncian. Por supuesto, también hay un fallo en la observación de los adultos, que muchas veces lo tratan como juegos o comportamientos típicos de la edad. Algo que, en ningún caso, debería tomar a la ligera porque en el menos grave de los casos, puede producir absentismo escolar, y, en el peor, el suicidio.

Por eso, es esencial saber detectar este tipo de comportamientos o los síntomas más habituales en las víctimas.

Cómo detectarlo

Cambios de conducta: Los menores sufren una alteración en su forma de ser, se pueden volver más susceptibles, ariscos o, por contra, más dependientes, de una manera repentina.

Negativa a ir a clase: Esto es muy habitual, suelen poner excusas para acudir a clase, donde sufre el maltrato. A veces pueden inventar otro motivo para no acudir a clase o simular una indisposición habitual.

Moratones o magulladuras: Las agresiones físicas suelen dejar rastro, y es probable que el menor se invente excusas para justificar las heridas debido al miedo.

Trastornos alimenticios: En muchas ocasiones, el físico es un objetivo para los abusones. Esto provoca complejos y obsesiones, que muchas veces derivan en este tipo de trastornos.

Rendimiento escolar: No es fácil concentrarse en un ambiente hostil, esto, unido a la animadversión que termina produciendo este abuso hacia la escuela puede transformarse en abandono escolar.

Aislamiento: Toda esta situación mina la autoestima y el ánimo del pequeño, por lo que tiende a aislarse y deja de quedar con amigos o querer salir de casa.

Un deber común

Este problema atañe a toda la sociedad. Es necesario proteger a la infancia, un colectivo verdaderamente vulnerable. Y la educación es la mejor herramienta para abordarlo.

Trabajar la empatía desde muy pequeños influirá en cómo traten al resto. Igual que construir un profundo sentimiento de justicia, o de comunidad. Para ello hay multitud de juegos y libros que marcarán, sin duda, el desarrollo de los pequeños.

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