El acoso escolar puede ser una de las experiencias más traumáticas para un menor. Si hace años a penas empezaba a conocerse el término "bullying", o la sociedad cree estar mucho más concienciada. Lamentablemente, las cifras siguen siendo alarmantes.
Según Educo, hasta el 44% de los niños y niñas de entre 8 y 10 años han sufrido este problema. Cuando se habla de bullying se hace referencia a la intimidación física o psicológica, e incluso sexual. Sea o no presencial, ya que la esfera digital también ha transformado este asunto.
Uno de los problemas más habituales es la falta de detección. Y es que como este tipo de abusos suelen prolongarse en el tiempo, las víctimas muchas veces llegan a normalizarlo o relativizarlo, y no lo denuncian. Por supuesto, también hay un fallo en la observación de los adultos, que muchas veces lo tratan como juegos o comportamientos típicos de la edad. Algo que, en ningún caso, debería tomar a la ligera porque en el menos grave de los casos, puede producir absentismo escolar, y, en el peor, el suicidio.
Por eso, es esencial saber detectar este tipo de comportamientos o los síntomas más habituales en las víctimas.
Cómo detectarlo
Cambios de conducta: Los menores sufren una alteración en su forma de ser, se pueden volver más susceptibles, ariscos o, por contra, más dependientes, de una manera repentina.
Negativa a ir a clase: Esto es muy habitual, suelen poner excusas para acudir a clase, donde sufre el maltrato. A veces pueden inventar otro motivo para no acudir a clase o simular una indisposición habitual.
Moratones o magulladuras: Las agresiones físicas suelen dejar rastro, y es probable que el menor se invente excusas para justificar las heridas debido al miedo.
Trastornos alimenticios: En muchas ocasiones, el físico es un objetivo para los abusones. Esto provoca complejos y obsesiones, que muchas veces derivan en este tipo de trastornos.
Rendimiento escolar: No es fácil concentrarse en un ambiente hostil, esto, unido a la animadversión que termina produciendo este abuso hacia la escuela puede transformarse en abandono escolar.
Aislamiento: Toda esta situación mina la autoestima y el ánimo del pequeño, por lo que tiende a aislarse y deja de quedar con amigos o querer salir de casa.
Un deber común
Este problema atañe a toda la sociedad. Es necesario proteger a la infancia, un colectivo verdaderamente vulnerable. Y la educación es la mejor herramienta para abordarlo.
Trabajar la empatía desde muy pequeños influirá en cómo traten al resto. Igual que construir un profundo sentimiento de justicia, o de comunidad. Para ello hay multitud de juegos y libros que marcarán, sin duda, el desarrollo de los pequeños.