PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA

El jeque Yasín o la colera de Alá

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photo_camera Alfonso S. Palomares, durante su encuentro con el jeque Ahmed Yasín, un encuentro que se llevó a cabo entre fuertes medidas de seguridad.

El jeque Yasín tenía un aspecto a la vez menudo e imponente; parecía sacado de una lámina árabe antigua con su larga barba blanca y el turbante del mismo color 

Alas siete de la mañana sonó el teléfono en mi habitación del hotel Rey David de Jerusalén. En un español tambaleante, una persona que se identificó como colaboradora del jeque Yasín, me dijo: “Hoy a las cinco de la tarde debes estar en el paso fronterizo de Erez, situado en la parte norte de Gaza, y allí te estaremos esperando para conducirte hasta el jeque Yasín.” Me habían puesto tan difícil la entrevista que ya me había resignado a que no tuviera lugar, por eso la llamada estimuló mi optimismo. 

A las cinco de la tarde, puntualísimo, estaba en Erez con un fotógrafo judío y un traductor árabe. El paso de Erez consistía en dos pabellones pequeños de cemento controlados a ambos lados por militares y policías israelíes. Tardamos media hora en cruzar los cinco o siete metros de frontera, a pesar de que en ese momento éramos los únicos pasajeros. Los guardias israelíes miraban una y otra vez los pasaportes.  Se había hecho de noche y, cuando ya estábamos en territorio de Gaza, dos coches nos hicieron señales de luces con los focos. 

Después de haberme cambiado dos veces de coche ¿por razones de seguridad? Llegamos a la casa de Ahmed Yasín. Era una casa grande, sin lujos, más bien parecía un barracón destartalado que la residencia de un líder poderoso. Nos pasaron a una sala amplia en la que estaban sentados, en sillas pegadas a las paredes, unos 15 o 20 hombres. Me dijeron que el jeque aparecería inmediatamente. Y apareció en la silla de ruedas a la que lleva pegado desde los 12 años, cuando quedó tetrapléjico después de recibir un golpe jugando al fútbol en un campamento de refugiados. Tenía un aspecto a la vez menudo e imponente; parecía sacado de una lámina árabe antigua con su larga barba blanca y el turbante del mismo color. Decían que apenas veía, pero miraba con intensidad curiosa. Me sorprendió con su delgado hilillo de voz. Los hombres que llenaban la sala vestían unas túnicas pardas y amplias, según supe más tarde pertenecían a su guardia de corps y debajo de esas capas ocultaban metralletas ligeras.

Después de los sonrientes saludos, me di cuenta de que tenía delante de mí al hombre que había inspirado y propiciado la mayor parte de los actos terroristas cometidos contra civiles en los últimos años. Con ese fin había fundado en 1988  Hamás, acrónimo en árabe de Movimiento de Resistencia islámica, definido como yihadista, nacionalista e islamista. Es decir, terrorista puro.

En su haber tienen sangrientos ataques contra autobuses en Tel Aviv, colocación de bombas en mercados de Jerusalén con su secuela de muertos y en plazas concurridas por gente anónima; mataron a novias en plena fiesta nupcial y, el hombre que tengo a mi lado, mirándome  con ojos escrutadores, defiende y anima a los muchachos que se colocan chalecos de bombas y se inmolan sembrando la muerte a su alrededor. Viéndole  tan inválido en su silla de ruedas, con la sonrisa pegada permanentemente a sus labios, es la viva imagen de la piedad y la dulzura, fie seguidor del clemente y misericordioso Alá. 

Tras la cárcel

Acaba de salir, hace dos meses, de una de las cárceles de alta seguridad de Israel en donde cumplía condena perpetua, pero le liberaron a cambio de dos agentes del Mossad detenidos en Jordania cuando intentaban matar al importante dirigente del Hamás, Jalil Mashal. Salió sin arrepentimiento con la determinación de volver a la lucha, ante las masas que le recibieron repitió la vieja consigna: “Tenemos que luchar hasta que logremos la victoria o seamos mártires”.
- ¿Qué hacía en la cárcel, jeque Yasín?
- Dormía mucho, rezaba, leía el Corán, veía la televisión y escuchaba la radio. Rezaba y leía el Corán, comía, rezaba y leía el Corán, también me quedaba tiempo para pensar y pensé mucho.

La situación de Gaza es explosiva, me lo repite el jeque Yasín y me lo dijeron todos con los que hablé durante los días que llevo en Palestina. La población de Gaza está enjaulada, su millón y medio de habitantes vive en esa franja de tierra de 368 kilómetros cuadrados como en una prisión. No pueden salir de la zona para ir a otras partes ce Cisjordania como Belén, Jericó o Ramala. Tampoco pueden recibir visitantes de esas zonas.
- Jeque Yasín, varios amigos palestinos e israelíes al saber que iba a entrevistarle me pidieron que le hiciera la siguiente pregunta: ¿En el caso hipotético de que Israel aceptara sus viejos planteamiento de retirada a las fronteras de 1967, usted y su partido aceptarían la existencia de Israel?
- En su momento lo diremos. Ustedes siempre preguntan a la víctima si está dispuesta a convivir con el verdugo. ¿Por qué no preguntan al verdugo si está dispuesto a soltar a su víctima? -se calló, no añadió nada más y por eso busqué la manera de llevarle al discurso del Proceso de Paz-.
- ¿No cree que los acuerdos de Oslo que firmó Arafat con Israel pueden desembocar en una convivencia pacífica entre los dos pueblos?
- La iniciativa de Oslo no otorga al pueblo palestino ni sus mínimos derechos. Israel sigue matando, asesinando, encarcelando y abriendo nuevos asentamientos de colonos, pero continúan hablando de paz. Por nuestra parte, estamos luchando y seguiremos luchando por la liberación de nuestra tierra.
- ¿Existe alguna posibilidad de colaboración entre usted y Arafat?
- Estamos juntos contra la ocupación, pero Estados Unidos e Israel intentan dividir al pueblo palestino. Estados Unidos e Israel quieren que la Autoridad Palestina de Arafat golpee a Hamás destruyendo nuestras instituciones y cerrando nuestros centros de servicios humanitarios a los ciudadanos.

Hablando de Arafat

En un dialogo muy vivo continuamos haciendo muchas reflexiones y matices  sobre si Arafat había logrado algo o nada para el pueblo palestino. El mayor logro que le atribuía a la gestión de Arafat era que en algunas ciudades de Cisjordania no patrullaran soldados israelíes, pero que los ciudadanos de Gaza seguían sin poder desplazarse a Cisjordania y los de Cisjordania a Gaza ni por tierra, ni por mar, ni por aire. Sabíamos desde el principio que los acuerdos no iban a servir para nada y ahora los hechos nos dan la razón. 

Y añadió: Yasser Arafat está en una situación que nadie puede desear, está en una situación desesperada. Me dijo que respetaba a Arafat porque es un hombre con mucha experiencia en la lucha, lleva más de treinta años luchando contra Israel. Ahora ha apostado su mano por la paz y se la han cortado. Nosotros le hemos dicho que se deje de toda esa retorica del proceso de paz, que vuelva a su pueblo y que entre en la lucha contra la ocupación  y contra el ejército israelí. El proceso de paz no hay que romperlo, está roto y bloqueado. Es un cadáver y no podemos decir que está vivo.

- Usted, jeque Yasín, aparte de ser un líder político es una autoridad religiosa. ¿Es partidario de un Estado Islámico?
- Es parte del Corán el concepto de Estado Islámico, y como creo en el Corán, tengo que creer en un Estado Islámico. El Islam es una ley universal válida para cualquier tiempo y lugar, aunque puede tener aplicaciones diferentes, por ejemplo, cuando tengamos aquí nuestro Estado Islámico será diferente al de Irán.
Pasamos a dialogar sobre si el Corán sostiene o no la violencia. Yasín dice que el tema no es ese en Palestina. Nosotros no luchamos contra los judíos porque son judíos. Nos rebelamos porque somos victima de agresiones contra nuestra tierra y contra nuestra gente. Los israelíes han sufrido trágicas persecuciones en Occidente. ¿Por qué aplican ahora tanta violencia contra el pueblo palestino? No han aprendido nada.

Es tarde habíamos pasado cuatro horas hablando de lo divino y lo humano. Cuando nos despedía le dije a modo de pregunta: “El destino de Israel y Palestina, jeque Yasín ¿Seguirá fatalmente ligado a la violencia?. Respondió que “los culpables son los israelíes. Si siguen la ocupación, tendrán como respuesta la violencia”.
Hoy, veinte años después de este encuentro las cosas siguen igual o peor. La paz se ve lejos o imposible. A Yasín lo mató un misil disparado desde un helicóptero israelí el 23 de marzo de 2004. En Jerusalén la noche lucía clara y estrellada, yo no dejaba de hacerme preguntas: “¿Por qué la violencia y la crueldad han sido la constante histórica en estas tierras llamadas santas por las tres religiones?".

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