Cartas al director

Cuando ruge la incompetencia

“Un pueblo sano no permite corruptos ni incompetentes” (Tarja Halonen, ex presidenta de Finlandia de 2000 a 2012).

Se han cumplido cuatro años que se publicó un texto mío, que titulara “Unha sórdida paisaxe”. Motivaron aquellas líneas la tétrica estampa de un mundo rural convertido en cenizas y humo, tras devastadores incendios, que año tras año irrumpen en nuestra geografía. Perdemos nuestro patrimonio natural, y lo más doloroso, perdemos, también, vidas humanas.

Nada ha cambiado desde entonces. Continuamos sin una auténtica política forestal. Nuestros políticos se limitan a gestionar la extinción. Con 174 millones de euros Galicia es el territorio europeo que más invierte en extinción de incendios. ¿A dónde va a parar ese dinero? A un ingente contingente compuesto por aeronaves contratadas externamente (un helicóptero cobra sobre unos 6.000,00 la hora), cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, ejército, con una asombrosa descoordinación, brigadistas sin cualificación con trabajo discontinuo y temporal. Si dicho es el cierto de que más vale prevenir que curar, ¿existe una gestión de prevención? Yo no la he visto.

Hay un factor del que hace 4 años no tuve en cuenta. El cambio climático que hoy es más que una realidad, por mucho que lo negara el primo metereólogo de Rajoy. El calentamiento global ha traído consigo un invierno poco frío, una primavera estival, una sequía no recordada en los últimos lustros, un otoño que prolonga el estío con un monte sin humedad. Nada de todo ello se tuvo en cuenta. El invierno avisaba y era el momento de una gestión preventiva. Y la mayor prevención es poner en valor nuestra riqueza forestal. Aludía, entonces, a un trabajo publicado por la FAO sobre “Los bosques parte integrante de la vida de los finlandeses”. Su lectura se la recomendaba al Sr. Núñez Feijóo, cuando éste afirmaba que los incendios no era una cuestión de política forestal, si no de la piromanía criminal de unos cuantos. La misma respuesta dada por su líder Rajoy. El monte no arde solo, es la mano del hombre. Pero, ¿por qué? Hay más que una autocomplacencia del pirómano, existirán otros intereses espúreos. Corresponde a las Administraciones descubrir y castigar. Y más que nada llevar a cabo una auténtica política forestal, regenerando nuestros bosques con plantas autóctonas, limitando extracciones mineras a cielo abierto, las estructuras de energías eólicas, y fín a la concesión de la papelera Ence en la Ría de Pontevedra, la mayor empresa que procesa la madera de eucaliptus, planta sumamente pirófila, de la que las llamas expanden sus semillas. En fín, fomentar trabajar el campo, hoy abandonado y habitado por ancianos. “Campo abandonado, fuego proclamado”, reza el refrán. “El árbol es el símbolo del señorío espiritual de Galicia” (Castelao).

Mi pesar a los deudos de las víctimas, y mi reconocimiento a aquellos lugareños que con sus manos se afanaron en la extinción. Sigo teniendo envidia de los finlandeses.