Cartas al director

De navajas, mamandurrias y burundanga

“Quienes no defienden lo público son insolidarios; quienes roban de lo que es de todos son corruptos; quienes apoyan a ladrones son miserables” (Joaquim Bosch, magistrado, ex portavoz de Jueces para la Democracia).

Intención mía era la de abandonar por un tiempo el envío de texto mío al periódico. Si profesión no tengo de columnista, como tampoco por oficio se me da el dejar en el puesto que se merece a la prosa, siendo como he sido y soy aprendiz de mucho y oficial de nada.

Había cambiado las teclas del miscrosoft para dedicarme a la bolsa y a la banca. A la bolsa del supermercado, en el que el precio no es un problema, siempre y cuando logres pagarlo. Al banco enfrente de casa, que está más disputado que el voto del señor Cayo de la obra de Miguel Delibes. Somos muchos los del 0,25% a disputarlo. Entraba en un supermercado cuando escuché “¡Enhorabuena!”. Volví mi mirada hacia atrás. Se había dirigido a mí, Don Vicente Rodriguez Gracia. Hice un saludo con la mano. El continuó voceando, “has vuelto, y nos alegramos mucho… es que estamos retrocediendo”. Me sentí halagado el que un hombre de la talla intelectual de Don Vicente me leyese. Persona que bien conoce las funciones y disfunciones del cerebro humano, como prestigioso siquiatra, y un apasionado de la entomología y la mineralogía. Hoy, quería corresponderle dedicándole estas pocas líneas.

Y lo hago como un paciente afectado por el enigma ibérico. ¿Somos cainitas como nos pintara Goya, o somos generosos como en la rendición de Breda que inmortalizara Velázquez? Presumimos de laicismo legal, y al mismo tiempo pagamos misas, funerales, y acompañamos al santo en su procesión. Nos definimos ácratas o liberales, para negar el pago de tributos, pero aspiramos a la mamandurria pública. Esta última aqueja a nuestra clase política. Para ello practica el deporte del transfuguismo. Ser miembro adscrito en una corporación le reporta una asignación fija. Amén de la sinecura otorgada por el grupo político beneficiado del transfuguismo.

El que no es tránsfuga, inicialmente, es aquel que no duda en el uso de la navaja para colocarse en los primeros puestos de la lista electoral. Navaja que también se usa en el caso de un intento de mover la poltrona. Aquí, los males en política no los saneamos, si no que los vengamos. Praxis contraria al aforismo de Napoleón Bonaporte. ¿Y el pueblo cómo responde a esta charca de podredumbre moral? En un tono de voz inaudible. Le han narcotizado con burundanga. La escopolamina que diría Don Vicente. ¿Para qué despertar si habitamos los orensanos en una provincia inteligente? Ella suple nuestra indolencia ética y reinvindicativa.