Cartas al director

Maldito parné

 “Mi marido nunca ha hablado conmigo de temas de trabajo, no sé si es algo difícil de entender. Tenemos una vida personal plena, y no es que sea algo que no me interese, pero algo de lo que no hablamos.” (Rosalía Iglesias, esposa de Luis Bárcenas, en el Tribunal que la juzga).

Hete aquí a otra mujer borbonizada, un feliz término bautizado en un programa de la cadena SER. ¿Cuántas más tendremos a la vista en un futuro no muy lejano? Pues, tan pronto se tire de la madeja en los múltiples juicios pendientes en causas de corrupción.

Nos estamos pasando un poco de la raya. A priori, estamos juzgando, los legos en la administración de justicia, a mujeres enamoradas de sus esposos, por el hecho de estar unidas en matrimonio con políticos sin escrúpulos, o, en el caso por ser dama de alta cuna casada con un malandrín.

Obviamos que en el matrimonio lo que ha de regir es tener una vida personal plena. Es seña vulgar hablar de dinero con la pareja. Del dinero que entra y sale del hogar. Alentemos la vida conyugal. En las noches de blanco satén y azul viagra, reinventar el kama sutra, si la migraña femenina o el gatillazo masculino lo permiten. Recuperar fuerzas en el desayuno, atacando a la leche desnatada O,O con lluvia de churros y porras, al mismo tiempo que se lee la prensa deportiva o las esquelas. Al mediodía, emular en la cocina a Arguiñano. Si desaguisado resulta el guiso, pedir una pizza familiar a domicilio. Disfrutar las tardes con allegados o familiares, jugando al tute cabrón, a la oca, porque juegas porque te toca, y si pica  ese oscuro objeto del deseo de portar  maletín evasor, sublimarse con el juego del monopoly.

Darle lustre a la tarjeta black en las cenas de los viernes. Tenemos, siempre, temas de qué hablar sin incurrir en un asunto tan material y prosaico como el del dinero. Versar en asuntos que atañe al entorno familiar. Hablar del hijo que se dedica a la horticultura en el colegio, cosechando turgentes calabazas. De la hija, que con atuendo gótico, va de pendón verbenero. De la entrometida suegra, o del cuñado que perora ex cátedra. Ensimismarse soñando despierto con la nevada Suiza, o la arena y sol de las Islas Caimán. Eso sí, antes de acudir al dormitorio, rezar el rosario,  o un Padre Nuestro, por una necesidad.

Si usted, amigo desconcertado, practica estos piadosos consejos, tendrá una vida plena en su matrimonio. No necesitará su esposa, en juicio o fuera de él, hablar del maldito parné. Recuerde que familia que trinca unida, muda y sin memoria, permanece unida. Y lo que ha unido Dios en el sacramento nupcial no lo separa el hombre, por  muy fiscal que sea.