Cartas al director

La falta de reconocimiento de la mujer

Un fantasma recorre el mundo de la política, de la vida social: el fantasma de la posverdad. Se trata de un fenómeno relevante. Cuando el movimiento feminista sostiene que las mujeres han sido relegadas, alienadas, no están haciendo un planteamiento erróneo. Ofrecen una gran verdad aunque sea una verdad parcial. La posverdad se ha asentado. Esto constituye un peligro para la convivencia. La desfiguración de la identidad social de la mujer nos impide avanzar en políticas sociales del reconocimiento. La posverdad es mentira, porque la verdad se puede desmentir. Esto no es fácil con la posverdad, porque se nutre de un uso intensivo de las técnicas comerciales, de deformación de la realidad confiada en el poder de la superstición y la credulidad. 

El advenimiento de la sociedad moderna coincidió con la marginación y el no reconocimiento del papel de la mujer en la sociedad líquida. La mujer masivamente pasa a ser candidata preferente de trabajos secundarios. Solamente algunas, después de grandes esfuerzos, consiguen papeles directivos en las modernas empresas. Papel muy controlado por la consecución de objetivos marcados por una organización paternalista.

Esa falta de reconocimiento individual rápidamente se transmite a nivel social. Una evaluación crítica de la formación del sujeto mujer trabajadora, podría ayudarnos a entender mejor los callejones sin salida a los que a veces nos conducen los esfuerzos de emancipación, pero sin por ello invalidar las llamadas políticas sociales dominantes. La complicidad de una gran mayoría de sujetos de marginación de la mujer y de su subordinación al sistema patriarcal invalida el reconocimiento social de la mujer. Lo hace inoperante. 

Toda comunidad es una comunidad imaginada, una comunidad de utopías. La comunidad del reconocimiento de la mujer no constituye una excepción de la regla. Pero la imaginación se convierte en una fuerza tangible, potente e integradora, cuando la sostienen las instituciones de autoidentificación y autogobierno mantenidas socialmente a pesar de la sociedad paternalista. En lo que respecta a la comunidad moderna, sigue faltando en gran parte una red institucional de reconocimiento de la mujer. Cualquier feminismo que asuma el odio como instrumento reivindicativo es inaceptable. Se ha de ir a un feminismo del reconocimiento integral de la mujer como horizonte social.

La raíz del feminismos no se puede montar en la vulnerabilidad de la mujer, sino en el reconocimiento de sus posibilidades. No se puede entender el futuro como pérdida, como daño, sino como esperanza en el marco de la utopía.