Opinión

Barbarie sin límites en la guerra de Putin

Pocas veces se vio, de manera tan plástica, lo que debió de ser el combate de David contra Goliat

Después de varios días de combates, Ucrania hoy es la viva imagen de la tragedia donde la población civil ha pagado un alto precio en vidas. A los muertos apenas se les cuenta, se les entierra y después se les venga, combatiendo. Los soldados de Putin no tienen límites en su crueldad, no dudan en  arrasar hospitales como ocurrió en Mariupol donde los rusos bombardearon un hospital maternal en que varias mujeres estaban dando a luz y tuvieron que salir despavoridas, entre la metralla, con sus hijos recién nacidos en brazos, alguno de ellos, muerto. Los rusos al tomar conciencia de la inhumana barbaridad que habían cometido negaron y falsificaron los hechos, incluso los dos mayores responsables como el presidente Putin y el ministro de Asuntos Exteriores, Lavrov, dieron cuatro versiones exculpatorias diferentes. Llegaron a decir que lo habían bombardeado los propios ucranios o que era un refugio de milicianos. Los hospitales infantiles ocupan ahora los refugios y en varias ciudades no hay agua y tienen que derretir nieve para beber y cocinar, los víveres escasean cada día que pasa. Desde el pasado 24 de febrero cuando los rusos invadieron Ucrania el espectáculo es desolador, suscitando en toda Europa y, en el antes llamado mundo libre, oleadas de solidaridad. Contra todo pronóstico los ucranios han resistido los primeros ataques del ejército invasor, muy superior en número y con un armamento infinitamente más sofisticado. Los combatientes, tanto de las milicias como los del ejército regular han derrochado un coraje que está asombrando al mundo. Pocas veces se vio, de manera tan plástica y simbólica, lo que debió ser el combate de David contra Goliat.

           La solidaridad con el pueblo ucranio la estamos viendo cada día en las numerosas manifestaciones que se organizan y llenan las plazas de las ciudades de todo el mundo con pancartas donde se califica a Putin de asesino, carnicero y otras palabras análogas. Vladimir Putin se ha convertido en el hombre más odiado del planeta tierra.  Son muchas las voces que piden llevarle ante un tribunal internacional para que responda de todos los crímenes contra los derechos humanos que esta cometiendo en esta guerra.

La resistencia de los ucranios ha echado por tierra el diseño de Putin al calificar la invasión como “operación militar especial” evitando la palabra guerra en sus seis letras.  Piensa que la guerra no existe si no se usa la palabra. En Rusia ha prohibido que los periodistas utilicen esa palabra maldita, condenando a varios años de prisión a quien la diga o escriba. Ante una amenaza tan disparatada, los corresponsales de todos los medios occidentales que cubrían la información rusa abandonaron el país, ya que los instrumentos básicos de su trabajo son las palabras. Putin llamó “operación militar especial” a lo que iba a ser una invasión sin paliativos. Se equivocó de plano en sus análisis. Pensaba que la ocupación de Ucrania iba a ser un glorioso paseo militar, un brillante y luminoso “bliztkrieg”, “guerra relámpago” y se encontró con todo lo contrario. Este fracaso y el desprecio que su régimen tiene por la vida humana, han llevado a Putin a la apuesta por una guerra total, la que ahora está llevando a cabo, donde los civiles son las primeras víctimas. 

En un alarde de cinismo inhumano desata una violencia cada día más ciega que nos recuerda el comportamiento del ejercito ruso en las dos guerras de Chechenia (1994-1996) donde actuó con una brutalidad inaudita que se saldó con la destrucción sistemática y masiva de su capital, Grozny. El mismo comportamiento tuvieron en la guerra civil de Siria donde bombardearon varios hospitales y destruyeron hasta los cimientos la ciudad de Alepo. Increíble.

Los dos objetivos básicos sobre los que baso el motivo del ataque eran: “la desnazificación” de Ucrania y la neutralización política del país. Lo de calificar a de nazi a Ucrania y a su régimen es de aurora boreal, teniendo en cuenta que el presidente Zelensky es judío y que varios de sus ascendientes fueron víctimas del Holocausto. Si Putin es la imagen del mal, Zelensky es la imagen de la dignidad y el  coraje de su pueblo, el héroe indiscutible de esta guerra tan desigual.

Sumando el éxodo de los más de dos millones de refugiados que abandonaron el país, hasta el momento en que escribo, a las destrucciones de edificios civiles e infraestructuras  y a las carnicerías de personas nos encontramos ante una catástrofe humanitaria de proporciones bíblicas. A propósito de los refugiados, en una conversación telefónica que Emmanuel Macron mantuvo con Vladimir Putin, el mandatario francés le pidió al ruso que respetase el derecho internacional en lo relativo a la protección de los civiles y a la elemental ayuda humanitarias.

En una de las negociaciones celebradas en Bielorrusia se llegó al acuerdo de facilitar corredores humanitarios para que los civiles pudieran abandonar las zonas de guerra sin correr peligro. Durante unas horas se debía respetar el alto el fuego. Llegado el momento acordado para la salida, el presidente Putin no respetó el acuerdo y no dudó en quebrantar el derecho humanitario, ni el conjunto del derecho internacional, disparando contra los desvalidos que abandonaban sus casas en busca de un incierto futuro.

Esta guerra cambiará, ya está cambiando, la articulación del mundo, dando origen a una nueva era geopolítica, ya que ha hecho saltar por los aires los fundamentos del orden mundial. Un orden mundial muy diferente del que Putin pretendía cuando el 24 de febrero decidió invadir Ucrania. No esperaba que uniría tan fuertemente a Europa alrededor de la heroica lucha de los ucranianos. 

Si la resistencia se alarga es posible que la guerra volviéndose contra el autócrata del Kremlin, claro que también puede degerenar en un conflicto global e incluso nuclear. Dado el carácter que esta mostrando Putin, no hay que descartarlo.

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