Opinión

Israel y Palestina, tierras de muerte

Los verbos más conjugados en las geografías de Israel y Palestina, son morir y matar. Desde hace siglos se muere y se mata sin descanso. La capital religiosa y sentimental para las tres grandes religiones monoteístas es Jerusalén, Jerushalayin, ciudad de paz, en hebreo y Al-Quds en árabe. La llamada originalmente ciudad de paz, ha visto pasar entre sus muros guerreros de varias razas, etnias y creencias. Asirios, babilonios, persas, romanos, otomanos, ingleses y de otros muchos orígenes, quince veces fue destruida total o parcialmente. Jerusalén se levanta sobre las montañas de Judea y para los israelíes es la capital eterna e indivisible de Israel. Conviene decir que los israelíes no son exactamente un pueblo que viva en una geografía, los israelíes son moradores de un libro, la Biblia, y en ese libro alimentan su verdadera identidad y en él se enraízan muchos de sus conflictos. Por su parte los árabes palestinos que llevan viviendo siglos en esas tierras también la reclaman como capital irrenunciable.

Desde la creación del moderno estado de Israel en 1948, esas geografías han sufrido varias guerras, lo cierto es que nació entre los disparos de una guerra, después vinieron otras más devastadoras y siempre vivieron en un entre conflictos de baja intensidad que iban acumulando decenas de muertos y multiplicando el odio. Yo nunca vi tanto odio en la mirada de seres humanos como al pasear por las calles del viejo Jerusalén, cerca del muro de las Lamentaciones o por la zona del Cardo. Rencor de siglos.

Pero conviene decir que en el permanente contexto de guerras y sangre, el choque bélico que ahora se está llevando a cabo en la Franja de Gaza no tiene precedentes. En medio de los ardientes y mortíferos combates, en la capital de Catar, Doha, se negoció un alto el fuego o que los combatientes se tomaron una pausa para respirar y renovar el ardor guerrero. Al cabo de una semana, siguió la guerra. Las dos partes retomaron los combates a las 5 horas, 45 minutos, una hora antes de que comenzara la tregua apalabrada. Las sirenas volvieron a sonar. El ejército israelí, difundió un comunicado a las 7’06, en el que decía: “Hamas ha violado la pausa operacional disparando cohetes contra el territorio de Israel. El ejército israelí ha reanudado los combates contra la organización terrorista Hamas en la banda de Gaza”

Inmediatamente el cielo se llenó de aviones: en la tierra, los tanques tomaban los caminos del sur de la Franja y en el aire todo era un ruido de bombas y sonidos de múltiples disparos. Y como consecuencia, en las calles y bajo los escombros, muertos. Docenas de muertos. Niños muertos, ancianos muertos, mujeres muertas. Cementerios en medio de las ciudades y los campamentos de lonas frágiles.

El ejército de Israel había pedido a la población del norte de Gaza, en donde se encuentra la capital, que se desplazara hacia el sur porque era lugar seguro, docenas de miles de gazatíes se desplazaron hacia esa zona y ahora sobre ella, en los cielos de esa parte de Gaza se concentran los aviones para bombardearlos. No hay hacia dónde escapar. En Gaza ya no existe un metro de tierra para la esperanza.

Es cierto qué en el análisis de las causalidades, la causa de la descarnada guerra actual se sitúa en los trágicos hechos del día 7 de octubre, sábado y festividad de los Tabernáculos o del Succot. Cientos de jóvenes celebraban las sagradas fiestas bailando hasta al amanecer ignorando que para ellos, esta sería la última de las guerras que les han rodeado desde el nacimiento.

La opinión pública israelí que siempre ha considerado sus Fuerzas Armadas como escudo seguro frente a los ataques de sus enemigos, en esta ocasión han sentido que el escudo protector tenía fallos. El conocido y prestigioso columnista israelí Nahum Barnea, del periódico de centroderecha Yediot Aharonot, escribió: “El 7 de octubre del 2023 ha sido una vergüenza para el Tsahal como nunca antes había conocido.” Enumerando una serie de errores del mítico y mitificado ejército judío. Por su parte el escritor Uri Bar-Joseph escribía en el periódico de izquierda “Haaretz”: “Mientras las tropas de Tsahal le dedican más tiempo a proteger la seguridad de las colonias y de los devotos religiosos en la tumba de Josep en Naplouse (Cisjordania) el resultado es este. El 7 de octubre nos demuestra que el ejército descuidaba su misión principal, la de proteger a su pueblo.”

Entre críticas

Entre la opinión pública las críticas a las Fuerzas Armadas se generalizaron. Por eso para calmar a la opinión pública, el ejército ha desplegado toda su fuerza devastadora sobre la Franja de Gaza, llevan a cabo matanzas ciegas, entre ellas las de unos siete mil niños. Conviene decir que la opinión pública no solo se centró en el Tsahan, también tenía como blanco al primer ministro, Netanyahu. para huir de dar explicaciones y mantenerse en el poder, pensó que una guerra de venganza abierta le reconciliaría con la opinión pública. No está siendo así.

En todo el mundo, esta cruelísima guerra está caldeando la vieja fiebre del antisemitismo. Podemos leer “Muerte a Israel”, podemos leer en los muros de las calles de Washington, París, Londres o Roma y por supuesto en las de el Cairo, Bagdad o Rabat.

Esta guerra está siendo imposible de contar. Se acumulan tantas muertes, tantas sangres, tanto dolor, tanto horror. En las mezquitas y en las sinagogas ruegan a dioses distintos pidiéndoles que les venguen de sus enemigos. El profundo factor religioso de esta la proyecta apasionadamente por todo el mundo.

En Gaza, toda la Franja se ha convertido en un campo de batalla: Se dispara contra hospitales, contra ambulancias, contra escuelas, contra centros sanitarios, contra mezquitas e iglesias. En la calle, en las casas. Nada, ni nadie está libre de ser blanco de las bombas y por lo tanto, de estar libre de la muerte. Como consecuencia de esta realidad, el secretario general de la ONU, Antonio Guterrez ha pedido al Consejo de Seguridad, el órgano encargado de velar por la paz mundial que fuerce en Gaza un alto el fuego humanitario dada la magnitud de la pérdida de vidas humanas en Gaza e Israel.

Tengo poca esperanza de que esta petición tan de sentido común del portugués Guterres, pueda cumplirse. Demasiados odios avalados por divinidades rencorosas.

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