Opinión

Portugal gira a la derecha

El presidente del partido Alianza Democrática, Luis Montenegro.
photo_camera El presidente del partido Alianza Democrática, Luis Montenegro.
No creo que el 18% de los portugueses sean racistas pero es la cifra que votó a Chega, el partido de ultraderecha

Los pronósticos se cumplieron, algunos incluso, de forma exagerada como el crecimiento espectacular del partido de ultraderecha, Chega (Basta) fundado y liderado por el experiodista deportivo, André Ventura. Un partido racista y xenófobo, sentimientos de rechazo que a mi me parecen incompatibles con la abierta generosidad del alma portuguesa, pero la realidad se ha impuesto al que podía pensarse pensamiento lógico. He leído artículos y expresiones de Ventura donde atacaba de una forma agresiva y falsa a los gitanos, les llamaba algo así como desalmados profesionales de la delincuencia. Creo que esta calificación es falsa y calumniosa.

Yo nací y viví los primeros años en una pequeña aldea, Paradela en el ayuntamiento de Calvos de Randín vecino al pueblo portugués de Turey, más que vecino, Turey está incrustado y rodeado por el ayuntamiento de Calvos, en los montes y vegas, los niños de uno y otro país compartíamos juegos y peleas. Al igual que en la novela de García Márquez, Cien años de soledad, cada año por primavera, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con aparato de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos.

A Paradela, mi pueblo, llegaban de forma diferente. Se trataba de una familia amplia, pero no desarrapada, capitaneada por un patriarca entrado en años, llamado Xosé que tocaba un viejo y destartalado violín. Traían también una vieja cabra lánguida que era la protagonista del espectáculo, tenía una decisión y un instinto que compensaban la fragilidad. Al violín y la cabra se le sumaba una pequeña escalera de tres peldaños y con estos elementos montaban la farándula circense. La cabra hacía movimientos de danzarina subiendo y bajando la escalera al ritmo de la música que tocaba Xose. Con el pequeño circo recorrieron los pueblos del entorno. No se instalaron en una pequeña carpa cerca de la aldea. Entraban en el pueblo y se instalaron en una casa vacía que estaba pegada a la nuestra. Eran sonoros y vitales, al anochecer, Xosé tocaba el violín y una gitana joven entonaba canciones tristes. Más tarde supe que eran fados, que son la profunda expresión del alma portuguesa, según Fernando. Fado viene de factum, la palabra latina que significa destino como expresión de una frustración. En el alma portuguesa, fado desprende melancolía, saudade, nostalgia del imposible mundo de ayer. De Lisboa antigua y señorial. Los gitanos que llegaban a Paradela eran portugueses, por lo tanto hablaban portugués. Eran unos vecinos entrañables. Todo el pueblo los quería y estaban esperando su llegada. Años más tarde, ya en Ourense, conocí varios gitanos que hablaban con acento andaluz. Nunca los consideré verdaderos gitanos. Para mi, los verdaderos gitanos, siguen siendo los portugueses.

Comprenderán que después de esta experiencia vital me irriten profundamente las descalificaciones racistas contra los gitanos y contra los diferentes y extraños. No creo que el 18% de la población portuguesa sea racista, ni mucho menos, pero los hechos son los hechos y los hechos son que esa cifra votó a Chega, el partido de ultraderecha que encarna el inquietante espectro del racismo. Los resultados pueden calificarse de espectaculares, al multiplicarlos por cuatro, 11 puntos más que en los anteriores comicios, logrando 48 escaños en la Asamblea, una barbaridad teniendo en cuenta que la Asamblea la forman 130 diputados. Por eso la noche electoral, Andre Ventura desbordaba euforia y gritaba con alegría incontenible: “esta noche hemos puesto el punto final al bipartidismo. Chega se ha convertido en una pieza clave del sistema político y obraremos en consecuencia”. Declaró que quería y estaba preparado para entrar en el próximo gobierno que forme la coalición Alianza Democrática montada en torno al viejo Partido Socialdemócrata portugués. A pesar de su denominación, se trata de un partido alineado desde siempre con la derecha. Los otros dos partidos que forman la triple Alianza son: el Centro Democrático y Social (CDS) y un residual partido monárquico, mas cercano al folklore que a un verdadero partido político.

El líder del partido socialdemócrata, Luis Montenegro, que también lidera la Alianza Democrática, fue afianzando su liderazgo a medida que avanzaba la campaña, tratando de mostrar un perfil más moderado del que ofrecían otros miembros o viejos tenores de la derecha. Frente a los gritos de los extremistas que clamaban por la supresión del aborto, él prefirió no remover un tema tan vidrioso y dejar las cosas como están. Manteniendo la ley. Era un guiño hacia el centro, donde se encuentra en mayor caladero de votos de los indecisos. Desde el principio de la campaña puso un cordón sanitario rechazando meter en su hipotético gobierno a la extrema derecha de André Ventura. La noche electoral los votantes dieron ganador por un estrechisimo margen a la Alianza Democrática de Montenegro, logrando el 29,5% de los votos y 79 diputados, a todas luces lejos de la posibilidad de formar un ejecutivo estable sino cuenta con los elegidos de Chega y ha repetido que no cuenta.

El otro gran partido portugués, el Partido Socialista de Mario Suares y Antonio Costa, llegó a esta cita electoral en horas bajas y a pesar de que Antonio Costa sigue gozando de gran prestigio, su dimisión sigue teniendo un coste. El balance final es que perdió 13 puntos, en relación con las pasadas elecciones del 2022. A pesar de todo, obtuvo el 28,7% de los votos y 77 diputados, sólo dos menos que sus oponentes de la Alianza Democrática. El sustituto de Costa, Pedro Nuno Santos, de 46 años y alineado con el ala izquierda del Partido ha manifestado que el partido socialista liderará la oposición y no permitir que lo sea el extremista Chega, incluso estaría dispuesto a apoyar a los de Alianza para evitar la subida al poder de la ultraderecha.

A la vista de estas realidades, los resultados electorales dificultan la puesta en marcha de un gobierno sólido y no se descarta una próxima cita con las urnas.

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