Opinión

La democracia hay que quererla y defenderla

La URSS no tuvo una mínima experiencia democrática, pero si tenía cultura, capacidad industrial y buenos científicos, y sin embargo la democracia no se impuso. Con la caída del Muro de Berlín en el año 1989 se creyó que la democracia liberal había triunfado definitivamente y que ya no tendría enemigo que se le opusieran. Grave error, no sólo tiene enemigos, sino que hay quien quiere eliminarla. Estados Unidos, a raíz de los atentados de las Torres Gemelas del año 2001, creyó que su misión era librar a Afganistán e Irak de sus dictaduras (los Talibanes y Sadam Husein) e imponer la democracia, evitando así que sirvieran de base para otros atentados terroristas. Veinte años después el resultado es un Irak con apariencia de democracia y un Afganistán que vuelve a manos de los Talibanes y su régimen de terror.

Es evidente que las guerras se pueden ganar o perder, pero la democracia no se puede imponer a pueblos que mental y socialmente no están preparados para vivir en este sistema. La democracia, la libertad y el estado de derecho se van construyendo poco a poco a través de su inculcación en la sociedad. Llegar a ser un país democrático es el resultado de largos períodos de aprendizaje y evolución hasta que la sociedad hace suyos los valores democráticos y pacifica la convivencia mediante la resolución de sus conflictos a través de elecciones y el acatamiento de las sentencias de los Tribunales.

Nada de esto se hizo en Afganistán, más allá de casos concretos y aislados. De nada ha servido crear un ejército ficticio de trescientos mil afganos, equivalente al de Pancho Villa, que no valoró la democracia y que se ha rendido a unos talibanes que como ejército son unos extremistas desarrapados y armados. Por lo que se ve estos días una parte de los afganos, incluido el ejército “entrenado” y armado por occidente, no quiere la democracia liberal y lucha contra ella para imponer sus tradiciones tribales, sus líderes religiosos extremistas y el sometimiento de las mujeres en un estado islámico. Ha llegado el momento de aprender la lección y hacer lo que ha hecho el cristianismo, que después de más de dos mil años de experiencia, ha comprendido que sus creencias no se imponen sino que se proponen. La democracia no se impone con la guerra sino que se propone con el ejemplo y la colaboración con los países y las personas que la quieren y la defienden.

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