Opinión

La idea y una idea

Paco Vázquez dijo el otro día que se está jugando con la idea de España. En realidad lo que dijo fue que "para mantenerse en el poder, se está negociando con la idea de España". Así se reprodujo en el periódico que vengo leyendo desde que me fui a Coruña para hacerme marino; es decir, hace de ello más de medio siglo; algo menos de lo que hace que leo este periódico que, en mi infancia y adolescencia, acostumbraba a leer tumbado en el suelo; después me incorporaba, arrancaba la hoja que firmaba Outeiriño, la enrollaba cuidadosamente, le prendía fuego y, entre toses, me la fumaba para ver si se me contagiaba algo. Y hasta aquí hemos llegado.

Volviendo a Paco Vázquez, ex alcalde coruñés que armó una buena e inútil tremolina en el Parlamento de Galicia por cuenta de la voluntad mayoritaria de convertir a Compostela en la capital de Galicia que él pretendía en A Coruña; volviendo a él, conviene recordar que fue el artífice de la operación política que nos llevó a cuatro galleguistas a figurar, como diputados independientes, en la primera legislatura de nuestro parlamento gallego ocupando escaños y propiciando la promulgación de unas leyes que ahí quedaron para que sea la Historia quien las juzgue. Después Don Paco se nos fue de embajador al Vaticano.

Si me dejan que eche mano de Tomás de Iriarte y sus versitos de "El caballo y la ardilla" daré en preguntarme si tantas idas y venidas, tantas vueltas y revueltas, (...): ¿son de alguna utilidad?" Me lo pregunto yo, que también he dado algunas, porque empiezo a entender cada vez menos el mundo que me rodea y pienso si será cosa de la edad.

La idea de España no quiere decir lo mismo que una idea de España. Si es la, es la única y obligadamente aceptable. Si es una, se tratará de una más y tan legítima como cualquier otra. Decir la es tan excluyente como decir que la idea de Cataluña solo puede ser la que maneja Torra o, por el contrario, la que exhibe Arrimadas. La unidad de España puede y, a la vista de la realidad que la forma, incluso debe ser entendida de diversas maneras. La idea de España que defiende el señor Vázquez, no es la única, sino una idea más de ella. Legítima, sí, pero no más legítima que cualquier otra. ¿O es que la idea de una España federal, o la idea de una confederación ibérica con Portugal, son menos legítimas que ella? Todo será que, cualquiera de ellas, se defienda por vía democrática y legal lejos de ser impuesta en razón de la voluntad de una parte.

De cómo se entienda la composición del Estado no se debe hacer un motivo de fractura social, menos aun si está basada en algún tipo de supremacismo, sea entendido este en un sentido, o en otro de los muchos posibles; bien por el contrario es algo a resolver democráticamente y solo las urnas han de decidir cómo.

No hacerlo así, presentar la idea de España como la única posible y deseable es seguir el mismo camino que han iniciado los independentistas catalanes a empujones, eso sí, de la negación de artículos de su Estatuto que están vigentes en otras autonomías españolas como puedan ser la valenciana y la andaluza. Esas aguas también trajeron estos lodos y, en ese lodazal y no en otro es en el que empezamos a comportarnos como señaló Goya en uno de sus grabados: aquel en el que dos españoles, hundidos hasta las rodillas en el barro, sin poder salir de él, enarbolan sendas garrotas con las que han de pelear hasta descalabrarse por completo. 

Es verdad que las palabras las carga el diablo. Tanto las carga que podremos llegar a pensar como el paisano de aquel chiste que le dice al otro: "Oye, tú, qué hacemos aquí discutiendo como tontos, si podemos arreglarlo a tortazos?". ¿Es eso lo que se persigue al afirmar que se negocia con la idea de España? Seguro que no. Es preferible pensar que no y que la vehemencia en ocasiones nos domina.

España, el Reino de España, a despecho de no pocos monárquicos y de no pocos republicanos, es hoy un estado federal en el que sus autonomías disponen de mayores competencias que, por ejemplo, los lander alemanes que sí componen un estado federal, sin que el tinglado estatal se venga abajo, y así es expresado y reconocido sin ser de tapadillo como es en nuestro caso. En muchos aspectos es deseable, a juicio de quien esto escribe, mantener esas competencias al mismo tiempo que, en algunos otros, sería conveniente reducirlas, o ampliarlas, a fin de armonizar y equilibrar las desigualdades territoriales que a tantos nos preocupan, sobre todo a los que esas desigualdades nos perjudican.

La idea de España que sugieren Vázquez y Rivera siempre nos ha hecho la puñeta a los gallegos; puñeta a la que hemos respondido como los "gallegos de lluvia y calma" que definió Miguel Hernández y no como los "catalanes de firmeza" que también definió el poeta abandonado y muerto en las cárceles de Franco. La tal firmeza ya vemos a dónde nos ha traído, de la mano de la idea de España y de la idea de Cataluña; al tiempo que vemos como una idea de Galicia nos ha dejado históricamente donde estamos de modo que solo la autonomía nos ha ayudado a salir de una postración de la que ya casi nadie nos acordamos pero a la que estamos regresando como no espabilemos. ¿Será eso lo que se pretende?

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