Opinión

Oposiciones para político

Vivimos en un estado de derecho donde la legalidad vigente garantiza igualdad ante la ley para todos igual, o vivimos en una jungla anárquica donde prima el libertinaje y la impunidad? Lo primero, ¿verdad? Pues de esta manera no existen presos políticos en nuestro país por defender sus ideales, y sí presos por los presuntos y graves delitos de rebelión, sedición y malversación. Así de claro y ya entró en materia. 

En España, para ocupar un cargo público de político, como puede ser el de concejal, alcalde, diputado, senador, ministro, presidente del gobierno autonómico o estatal, entre otros, no es necesario más requisitos que los que contempla el artículo 11 de la Ley 50/1997, la cual nos dice que "para ser miembro de un gobierno se requiere ser español, mayor de edad, disfrutar de los derechos de sufragio activo y pasivo, así como no estar inhabilitado para ejercer empleo o cargo público por sentencia firme”.

Y mi primera pregunta va en la línea de: si para cualquier puesto público en cualquier administración, sea esta local, autonómica o estatal, los aspirantes deben aprobar unas oposiciones en la que se les evalúa como garantía de un buen hacer y productividad en su tarea, ¿por qué para asumir un cargo público político de responsabilidad y gestión de los recursos públicos no se exige ni dar los buenos días por la mañana?

Lo que me deriva a pensar que un filtro, llámese oposiciones, test psicométricos o test de conocimientos del puesto a ejercer. Deberían ser como mínimo puntuables, para garantizar así la confianza y seguridad de la sociedad a representar. Y como ejemplo del porqué de este planteamiento, pues nada mejor que focalizar la diana en el elemento subversivo que hasta ahora presidía, nada más y nada menos, que el Gobierno de la comunidad autonómica de Cataluña, y su rocambolesco y surrealista comportamiento y devenir ante la mirada del mundo entero. ¿Y estos son los que iban regir los destinos y el futuro de una República Catalana? La pregunta se contesta por sí sola ante los acontecimientos sucedidos y que todos conocemos y que aún nos depararán esperpénticas sorpresas. Bueno, lo iremos viendo.

Y con lo que sí estoy totalmente de acuerdo, y así lo defendí desde esta misma columna, es con la convocatoria de elecciones autonómicas en Cataluña y que éstas se realizasen en el espacio más corto de tiempo posible para no contribuir a dilatar una compleja situación política, social y económica. Ante un presunto intento de rebelión y sedición como el sufrido, la mejor respuesta interna y externa es la firmeza del estado democrático, visualizada en una convocatoria electoral. Y creo que la sociedad catalana en su conjunto debería extraer un análisis sincero y realista con una profunda reflexión de todos los hechos acontecidos y del comportamiento de aquellos que los estaban arrojando a un precipicio sin fondo, del cual cualquier intento de salida hubiese sido imposible. De todas las experiencias se aprende, y de las más crueles y duras, pues aún más. 

Finalizó recordando el título de esta columna. ¿Alguien cree aún que no son necesarias unas oposiciones que garanticen que las personas que rijan nuestros destinos y gestionen nuestros recursos no sean las acordes a tales menesteres? ¿Alguien se dejaría operar, a vida o muerte, por una persona que no fuera cirujano o que ni siquiera fuera médico, o ni siquiera tuviera el más mínimo conocimiento de medicina ni anatomía? Pues ahí queda.

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