Opinión

Triste adiós a un amigo

Querido Luis: Supongo que conociéndome no te extrañará que te escriba esta carta. Yo sé que la recibirás allá donde estés, y que de algún modo me contestarás. Pese a saber de tu enfermedad, no daba crédito a la noticia, me parecía imposible, pero yo nunca olvidaré esos doce años trabajando contigo, y lo bien que siempre te has portado, no solo conmigo sino también con todos los empleados; para mí, y tú lo sabes, fuiste un notario ejemplar y amigo de tus amigos. No puedo hacerme a la idea de que no te volveré a ver, pero es la triste realidad. Lo que sí es seguro es que esos doce años juntos han dejado huella en mi, una huella muy agradable y llena de anécdotas, nuestros cocidos en Valilongo, nuestras cañas en Trives, nuestros buenos ratos en la notaría, en la que siempre me sentí apoyado por ti. Tampoco podré olvidar el día en que mi hijo aprobó el carnet de conducir y tú, espontáneamente, le regalaste el coche de tu padre, no tendría palabras bastantes para agradecerte todo lo que has hecho por mí, por eso, estés donde estés, siempre serás mi notario y mi amigo, y como la muerte no es el final del camino algún día nos volveremos a reunir y continuar con nuestra amistad. Un fuerte abrazo.

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