ENTREVISTA

Pablo Álvarez, un ourensano en la Antártida: "Te atrapa y no puedes salir"

Pablo Álvarez Balsa, natural de Ourense, revive su experiencia como capitán de transmisiones en la Antártida

Cuándo uno piensa en hielo, frío, pingüinos y montaña se le viene a la cabeza uno de esos espectaculares documentales de la Antártida. El ourensano Pablo Álvarez Balsa es un ejemplo de una persona que peleó por sus metas hasta llegar muy lejos -no sólo en el mapa- y consiguió adentrarse, con un papel protagonista, en uno de esos documentales.

¿Cómo llega tu afición y cuál es el camino que te ha llevado de Ourense a la Antártida?

En el 2010, terminé el instituto en As Lagoas. Mirando salidas profesionales, me llamaba la atención Defensa, Seguridad… Era el primer año que se hacía el plan de estudios en la Universidad de Zaragoza, con la Academia General Militar, y me decanté por esa opción en el Ejército de Tierra. En 2016 salí teniente de transmisiones, fui destinado a Valencia y ya tenía un poco más de curiosidad por el tema de la montaña, por lo que me apunté al curso de montaña en Jaca en 2021 y ya salí con esa especialidad. A raíz de eso, ya me fueron diciendo que tenía un perfil adecuado para la Antártida, y era una oportunidad que no podía rechazar. El año pasado fui haciendo más currículum de las cosas que pedían e hice mi candidatura a la Antártida, y fui seleccionado un poco por el perfil de montaña, vivir en lugares de frío extremo…

¿Cómo es la preparación en lo físico y también en lo mental para estar a 13.000 kilómetros de casa y tener una responsabilidad tan grande?

El aislamiento es una de las cosas que más se nota. No hay un entrenamiento como tal de aislarse a propósito, sino que uno por ser militar ya has vivido en situaciones más aisladas. Yo estuve en Líbano en el 2019 y ya es una situación en la que estás en una base militar en un lugar más o menos hostil y tienes que estar encerrado. La montaña igual, no es apto para la vida humana ya que las condiciones meteorológicas te indican que ahí no es indicado estar. Haber estado en esas situaciones es un entrenamiento psicológico para ello. La parte técnica es la más importante para allí no tener ningún problema y poder cumplir la misión que a uno le han encomendado, aquí en España que tiene uno todos los medios a su alcance, personal que le puede ayudar… En el momento, hay que aprovechar para dejarlo todo en buenas condiciones y llegar allí y no tener ningún problema.

¿Cómo es el viaje hasta allí?

Es un viaje curioso. Vamos hasta Buenos Aires en un vuelo comercial, después un transbordo hasta Ushuaia que es la ciudad más austral de Sudamérica y allí nos espera el buque Hespérides, un buque de investigación oceanográfico operado por la armada. Es el que nos va a hacer el Paso de Drake, en uno de los mares más peligrosos del mundo con olas de hasta 10 metros. El barco se mueve mucho, uno si no está acostumbrado a navegar (e incluso para el que está) le resulta muy duro, estás todo el día mareado y así tenemos que aguantar entre 3 y 4 días. Una vez allí, desde el barco hasta la isla en una zodiac nos vamos tanto el personal como el material y nos llevan hasta la base. En total es algo más de una semana desde España hasta la Isla Decepción

En cuanto a los proyectos de estudio y experimentación del ejército de tierra en Isla Decepción, ¿qué investigáis, cuáles son vuestros fines y cuál es tu labor en concreto?

Mi principal labor es la logística, permitir a los investigadores que desarrollen su actividad. Nos encargamos de su alimentación, de que las instalaciones estén en perfecto estado, de las comunicaciones -en mi caso-, de proporcionarles ese enlace con las familias como con sus instituciones. Pueden hacer videoconferencias con sus universidades, acceder a sus archivos remotos…  hoy en día en un mundo tan conectado llegar allí y no tener esa posibilidad sería bastante complicado para la manera de trabajar que hemos desarrollado. También de la seguridad en los movimientos para poder desplazarse a lo largo de la isla con seguridad… y el servicio médico, que es imprescindible. Si alguien tiene algún problema, la única atención sanitaria que pueden recibir es esa. Nos encargamos de eso, que ellos puedan realizar sus investigaciones y que no se tengan que preocupar más que de su trabajo técnico

¿Cómo es el paisaje?

Pablo Álvarez, en uno de los viajes por mar
Pablo Álvarez, en uno de los viajes por mar

Lo que todos tenemos en mente cuando pensamos en la Antártida son grandes bloques de hielo, o todo un paisaje blanco con pingüinos. Ciertamente es así, pero nos encontramos en una isla súper particular. Es uno de los pocos volcanes activos que hay en la Antártida, es el único que es navegable por dentro, se da esa circunstancia de que lo que emerge del cono volcánico son las montañas que vemos alrededor de esa forma de herradura, y justo la entrada es por donde la hace navegable. Isla Decepción tiene muchísimas particularidades a nivel científico, lo que la hace muy atractiva, tener todas esas “fumarolas” de aire que viene desde el fondo de la tierra que se calienta en el volcán. Hay zonas de la isla que el suelo está caliente por efecto del volcán, esos efectos de temperatura, esos elementos químicos que calientan el agua con ese calor genera una fauna muy diferente a la que hay en el resto del continente. Para los estudios científicos es súper interesante. Además, es una zona que tiene un valor turístico muy alto, también atrae a los turistas, es algo que está muy al norte y es más accesible que el resto de continente, llegan muchos buques turísticos, cruceros… una de las particularidades que hay de atracción turística es que tienen ruinas de otras bases, zonas en las que se pueden ver animales.

¿Qué es lo más difícil? Complicaciones, temperaturas, vientos…

Siempre se procura asumir los menores riesgos posibles por lo que hablamos de las evacuaciones, es muy complicado si alguien tiene algún problema poder evacuarle. Entonces, cuando viene una tormenta de viento (algunos llegan hasta las 100 km/h), sumado al frío, hace un efecto térmico mucho más bajo. Las temperaturas rozan los 0 grados, es una temperatura muy estable, y lo que es muy complicado es el viento. Cuando hay mucho viento se cancelan los movimientos, se aprovecha para hacer otras cosas, y los científicos tienen asumido que hay días en que no van a poder salir, hacen más trabajo de laboratorio, de oficina, hacer informes… se lo guardan para esos días. Aun así, siempre hay alguna vez en la que el viento te complica más el regreso a la isla y la navegación es más complicada, hay olas, te mareas… pero nunca ha llegado a ser algo crítico.

Una de las cosas que más curiosidad genera de la Antártida son los pingüinos, ¿cómo es la relación con ellos?

Aquí todos los animales conocen al humano y el que más el que menos no se fía mucho, escapa del humano porque sabe la calaña que somos. Sin embargo, el pingüino no ha tenido esa relación con el humano, entonces cuando te ve no se espanta, porque no te ve como un depredador o una amenaza para ellos. Nosotros no nos podemos acercar a más de cinco metros de los animales por respetar su entorno y para no influir en ellos. Por seguridad también, más este año con el brote de gripe aviar que hubo, que se incrementó esa distancia a diez metros para el personal que teníamos que tener cierto contacto y, para el que no, a 150 metros. Siempre se procuraba tener el mínimo contacto, pero ellos son curiosos, aunque no te acerques ellos se acercan a ti para ver qué eres, qué haces, y eso es bastante curioso. Estar tú en su hábitat, que estás como metido en un documental rodeado de pingüinos, y que no te detecten como una amenaza sino que el que es así un poco más atrevido curiosea contigo es curioso.

Has compartido momentos con personas de muchas nacionalidades que han vivido vidas muy interesantes, ¿hay alguna historia con la que te quedes?

Al final todo el mundo intenta que si tiene una particularidad que destaca un poco, que entre en discordancia… ese tiempo que está allí procura no sacarlo a relucir. Se trata de procurar convivir lo mejor posible. Teníamos a un indio que apreciaba muchísimo nuestra comida. Estábamos un poco preocupados a ver si la alimentación no iba a ser del todo de su gusto, pero estaba encantado. Si alguien tiene así algo más disonante lo deja para otra momento, la Antártida no es el lugar para sacarlo.

La base en la que Pablo pasó los últimos meses
La base en la que Pablo pasó los últimos meses

¿Qué es lo que más curiosidad te generó o te impresionó en la Antártida?

Lo más impresionante es sentirte en un entorno natural con una naturaleza salvaje. Los pingüinos son animales salvajes porque no tienen contacto con el humano, no están nada domesticados. Los pájaros que vemos por aquí se alimentan de nuestros residuos, tienen contacto con nosotros… están domesticados de alguna manera. Ellos no, son naturales cien por cien. Un entorno que es naturaleza pura y dura, con ese clima tan cambiante que envuelve y no puedes escaparte de ningún manera, esos animales que viven en estado salvaje… estar rodeado de todo eso es impresionante.

¿Qué te queda por cumplir?

Esto es una experiencia muy curiosa, pero siempre hay más lugares a los que acudir. Siempre hay alguna misión más que tenga sus particularidades, así que no estoy cerrado a nada, siempre a lo que venga. La verdad es que estoy encantado de que gracias a mi profesión pueda, en cualquier lugar del mundo, cumplir con la misión que se nos encomiende.

Hace un tiempo te veíamos hablar con los niños del colegio José García García de Mende, ¿cómo es la experiencia de charlar con los más pequeños desde la Antártida?

Te ven como si fueras un astronauta, porque es un viaje tan largo que tan pocas personas pueden cumplir en un lugar tan remoto que la final se ve como si estuvieras en la luna. Sí que se tiene esa sensación de decir “wow, estoy en un sitio súper privilegiado en el que muy poca gente puede venir”, y creo que eso los niños también lo aprecian, de verte como un héroe de decir “wow, dónde está esta persona”. A los niños les resultó super curioso todo, nos preguntan mucho dónde vivimos, qué comemos… todo de nuestra vida allí.

Ourense, presente en la Antártida gracias a Pablo
Ourense, presente en la Antártida gracias a Pablo

¿Cuál es tu futuro próximo?

Ahora mismo la Antártida ya ha sido suficiente, de misiones fuera de casa de momento estamos servidos, osea que ahora lo que me queda ya es tener un destino de casa y dedicarme a mi familia un tiempo. Sí que tengo como objetivo volver a la Base Antártica Gabriel de Castilla ya como jefe, osea que en un futuro de medio plazo sí que me gustaría regresar. Ahora de momento un poco más tranquilo, que ya toca también.

Como un chico de Ourense que ha llegado tan lejos (no sólo en cuándo a distancia en el mapa), ¿animas a los ourensanos a cumplir sus metas por muy ambiciosas que sean?

Sí, claro. Por supuesto, eso está dentro de cada uno, el espíritu que tenga, las ganas que tenga por realizar su carrera tanto en el campo de los estudios como en el trabajo. Siempre esa ambición que tenga cada uno no tiene límites, siempre depende de uno mismo las ganas que le ponga. Animo a todo el mundo a que lo de todo por sus sueños.

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