Opinión

La izquierda derrapa en Chile

No hay peor sordo que el que no quiere oír. Esto es lo que parece haberle sucedido al presidente chileno Boric y, en general a la izquierda que forma parte de su gobierno de coalición.

Gabriel Boric llegó al poder hace poco más de un año haciendo campaña para llevar adelante el proceso de redacción de una nueva Constitución que enterrara la actual, heredada de la dictadura de Pinochet. El “estallido social” de 2019 generó las condiciones necesarias para que un 80% de los votantes del referéndum sobre la modificación constitucional diera su apoyo a ese nuevo proceso constituyente. Sin embargo, las cosas se torcieron radicalmente para el oficialismo cuando en el denominado plebiscito “de salida”-con los cambios en la Constitución ya redactados- más del 60% de los electores rechazó la propuesta. 

A pesar de este rechazo mayoritario, el Gobierno de coalición continuó en su intento de llevar a cabo un viraje ideológico en la Carta Magna. El pasado 7 de mayo los chilenos debían elegir los 51 escaños del Consejo Constitucional, responsable de redactar el nuevo texto. Nadie, ni los propios partidarios del Partido Republicano, dirigido por el líder de extrema derecha José Antonio Kast, podía imaginar que conseguirían dejar en una ridícula minoría al oficialismo. En 2021 Kast había sido derrotado por la alianza de izquierda de Boric en las presidenciales; ahora, la extrema derecha, con 23 de esos 51 escaños, puede aliarse con los conservadores (que tienen 11) y redactar una nueva Constitución que irá a un nuevo plebiscito en diciembre. Lo paradójico de este resultado inesperado es que Kast y su partido nunca quisieron apoyar una nueva Constitución; es más, ellos consideran que la que rige en la actualidad, redactada por el dictador Pinochet, no presenta ningún problema y no es necesaria su modificación. Resulta cuando menos sorprendente que los que no querían cambiarla, ahora tengan la sartén por el mango. 

Tal vez le pase a Boric lo que en España conocemos como síndrome de la Moncloa. Encerrarse en la Moneda con banderas ideológicas ajenas a la realidad, puede provocar efectos perversos.

 ¿Cómo podrán explicar el Partido Comunista chileno y sus aliados que el pueblo prefiera mantener la Constitución pinochetista que aprobar la de la izquierda? Ni en sus peores pesadillas podría Boric imaginar este resultado... Este hombre, que agitaba las calles en batallas estudiantiles ha dejado de ver y de oír, izando banderas que no son las que empujan a las urnas a los chilenos. Estas elecciones no sólo han sido para elegir los 51 consejeros constituyentes, ha sido un auténtico plebiscito sobre la gestión del Gobierno de coalición. 

Chile es un país que se enfrenta a problemas muy concretos, a los cuales el Gobierno no está dando respuestas. Destaca el incremento exponencial de la delincuencia -un 44% más en el 2022 respecto a 2021-. Según un informe de la Fundación Paz Ciudadana, en el 32% de los hogares chilenos alguno de sus miembros fue víctima de robo o intento y casi el 30% dicen sentir miedo, un 35% en el caso de las mujeres. Además, el propio Gobierno reconoce que existe un problema con la inmigración ilegal, hasta el punto de que se ha visto obligado a desplazar fuerzas militares a la frontera norte del país. No debería hacer oídos sordos el presidente de la República a ese sentimiento de anti-migración que se apodera del país.

El presidente Boric tiene un grave problema: su proyecto político se enfrenta a una gran encrucijada, deberá explicar cómo ha cavado su propia tumba con este empeño errático de redactar una constitución ajena a los problemas del país. Un 80% votó a favor de una nueva Carta Magna, pero la izquierda -probablemente obcecada en una política de revanchismo ideológico- no ha sido capaz de elaborar un texto de consenso y de unión. 

Fruto de todo ello, un partido de extrema derecha, que considera (al menos algunos de sus dirigentes) que en 1973 no hubo un golpe de estado sino un “pronunciamiento militar”, es ahora quien con esta victoria sale reforzado como lider de la oposición.

La izquierda chilena y Boric a la cabeza se han metido en un callejón que hace presagiar un futuro complicado para su proyecto, sin descartar, como es habitual en el seno de la izquierda, que aparezca de nuevo el fantasma de la división. 

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