Opinión

Y llegó el tiempo de Sánchez

Con la investidura fallida, que no banal, de Núñez Feijóo, se acabó el bostezo del que habló el presidente en funciones. Se acabó. Ahora ya se inicia el tiempo de Sánchez. Ya no cabe hablar de turnos institucionales. El argumento de que Feijóo es poco menos que una marioneta, un incapaz, un insolvente, carece de todo valor salvo que la realidad se analice desde un sectarismo que sólo daña a quien lo practica. Se acabó por mucho que no se haya agotado la tentación de continuar en una premeditada estrategia de distracción.

Llega, sin remedio, el tiempo de Sánchez y si hasta ahora España estaba en el bostezo, a partir de ahora, ese bostezo da paso a la incertidumbre pese a que el PSOE de por hecho que va a poder conformar un gobierno progresista con socios que no se caracterizan precisamente por su prógresismo.

Como creo firmemente en los plazos institucionales, en la liturgia de la democracia no seré yo quien le pida al presidente en funciones que en cuestión de horas nos cuente lo que se está pergeñando con tanta discreción que raya en el oscurantismo. Los socialistas, antes de la investidura, se quejaban de no saber nada del proyecto de país que iba a explicitar el líder del PP. Le apremiaban a ello pese a que el lugar indicado para ello era el Congreso y no una rueda de prensa. Siguiendo esta forma de actuar sería bien legitimo exigir desde ya que planes tiene el PSOE, que está negociando con los grupos independentistas. A fin de cuentas si se exigía claridad a quien iba a ser perdedor de la investidura, ¿c´pmo no exigir lo mismo al único que puede formar Gobierno?

No descarto, sin embargo, dias, y no pocos, de nebulosas, de silencios calculados. Desde la izquierda se mostrará toda clase de comprensión, se expondran motivos que justifiquen los silencios que vamos a escuchar.

Ya ha comenzado el tiempo de Sánchez y a los socialistas se les ve ufanos. Se regocijan en la derrota de Feijóo, como si el fracaso ajeno fuera a garantizar el éxito propio y veremos cómo se pondrá atención especial en los matices de las exigencias como si estos suavizaran la cuestión de fondo, como es la amnistía que bien saben es algo que va a levantar ampollas más allá de los límites que ellos imaginan.

El puzzle que tiene Sánchez por delante no es para iniciados. Por el contrario, roza con la magia que hay que reconocer se le da muy bien al secretario general de los socialistas.

Con magia o sin ella y si se llega a un acuerdo que permita el Gobierno de progreso, nadie debe poner en duda la legitimidad del Ejecutivo que se conforme pero esa legitimidad no anula y ni mucho menos impide la crítica y, desde luego, hace caducar la obligación de la oposición a cumplir con su papel. Es una temeridad de grado sumo pensar que el Ejecutivo va a tener enfrente a un insolvente o a una oposición débil. Se equivocan si creen que Feijóo ha salido vapuleado, noqueado. De lo único que pueden estar seguros es que el líder del PP (hoy lo es más que hace tres días) no va a actuar ni va hablar como Óscar Puente. De eso sí pueden estar seguros.

España ha dejado de bostezar para dar paso a lo que puede ser una pesadilla, no solo para muchos españoles, sino para quien como Pedro Sánchez quiere ser presidente de un Gobierno progresista. Es su tiempo y tiempo al tiempo, que nada está escrito.

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