Opinión

Acerca de varios amigos y del hallazgo en su medio

Desde Panamá me llama Albino, quien a punto de embarcarse, como cada año, hacia su natal Fondo de Vila cabe a la románica iglesia de Astureses. Viene para ver a su madre, hacer arreglos en su casa, viajar por Europa como suele y aun tendrá tiempo para la montaña, su gran pasión desde las Trevincas al Xurés; ahora más inmerso entre Pirineos y Picos de Europa; un emigrado que fortuna hizo allá y que cada año se pasa por acá para no olvidar sus raices; llamada que recibo mientras en una a modo de conferencia me hallo en el Liceo para oir al amigo Manolo Seco, ese internista de renombre, estudioso donde los halla, con alma de docente, que entregado a esa disciplina que de modo gratuito le lleva de acá para allá enseñando a los nuevos médicos eso tan elemental de la exploración del enfermo, método casi sustituido por las máquinas, llámense ordenadores donde el médico atiende más a la pantalla que al paciente. Seco expuso la ruina y decadencia en la que puede caer la sanidad pública, que fue primera del mundo y ahora quinta, en beneficio de la privada situándonos a niveles de Estados Unidos, uno de los paises del llamado primer mundo con la peor de todas, donde si no tienes medios puedes irte al más allá cuando acá, por estos pagos, procurarán que sobrevivas.

Cuando el día anterior pedaleando por los altos de A Mezquita ni hallé al amigo Amadeo ni al pariente Julio y si a Ramón da Merca, allá en su aldea de tanto relax cuanto una ahora no ejercida hostelería muestra. Flaco, como de hábito, acaso un poco más, no descuida su museo de útiles rurales, sus historias que incrementa de visita por esas aldeas si cercanas también alejadas, evoca los festivales que él creó, tales el da Cantiga Galega, a Festa do Porco, sus comedias teatrales, sus amigas a las que tiene un tanto faltas de contacto; mientras, Lolo, su hermano, de tanto trasiego como tuvo con las carnes por razones de su negocio, comprando becerros en las lindes provinciales, por tierras del Xurés, echa con Rosa, su consorte, una partida de parchís con tan extraño sosiego que le produce hasta molestias por la inmovilidad de sentarse en una silla quien siempre de poco reposo en su actividad. Luego de distendida charla, libadas aguas por medio, les dejo en la placidez que da el haberse jubilado de una profesión absorbente como es la hostelería, reposo al que se irán acomodando poco a poco.

Un placer transitar cuando el ocaso deviene en estos cálidos días donde los caminos frecuentados por vecinos del lugar a los que han echado los médicos a los caminos para ejercitar sus miembros. Así que siempre por lo menos un hola o un buenas tardes con los de transito de reposado paseo; pocas veces de charla porque la bici va a distinto ritmo que los paseantes; no obstante a veces apetece una paradita con el transeunte, si facies afable muestra.

Esto pensaba en tránsito hasta la ciudad, vencido el ocaso, por un lusco que hasta las diez y media dura (estamos en los días más largos y las noches más cortas), y luego alumbrado por potentes focos un amigo, que iba para tribuno, tempranamente jubilado de la conducción de trailers y dumpers, me recordaba el lujo de transitar de noche y yo le alertaba de que era cuando los jabalíes salen de sus madrigueras, los corzos andan como si acosados del salvaje cánido, los buhos y familiares rapaces nocturnas emiten sus lúgubres sonidos; a la noche siempre la cargamos de misterios, incluso provistos de tan luminosos focos que confundirnos podría con las potentes motos. La frondosidad de los bosques hace que como a través de un túnel condujésemos y por ende la luminosidad patente se hace.

Y este fin de semana me voy a Porto de Sanabria donde se reunen los Villalva Montero, como hacen cada año por las faldas de las Trevincas que tanto amaron. Casi un centenar de esa familia, que 14 fueron, ahora concurren en asamblea montañera hasta la tercera generación. Los más jóvenes subirán a la cumbre de los 2.127 m. de Pena Trevinca, los menos andarán por Valdesirgas, y muy poquitos, permanecerán en la acampada cabe al Bibei contando sus historias mientras el Bibei manso se desliza, porque ya las aguas se remansan en la cola del embalse de San Sebastián; otros, aguerridos, acometerán en bici de montaña la ruta Porto-Circo del Tera, de 60 km. ida y vuelta por térrea pista un tanto irregular por las últimas tormentas. Familia estos Villalva derramada por el país cuando pasaron su adolescencia y algunos su infancia entre nosotros; aquí impulsaron los deportes de montaña como nadie.

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