Opinión

Democracia de cúpula y ejemplos no tomados

Alejandro, apeándose del caballo, interponiéndose entre el sol y el filósofo.
photo_camera Alejandro, apeándose del caballo, interponiéndose entre el sol y el filósofo.

Se dice, de modo simplista: “La política es el arte de lo posible”. La política no siempre la ejercen los mejores; algunos van más a servirse que a servir al bien público. Sin embargo, hay que convenir que la gran mayoría sirven al bien público, porque de otro modo no habría colectividad que funcionase. Así que expandir la idea de que todo es corrupción es una falacia emitida por a quienes conviene que todo se ensucie. Oímos frecuentemente: “Todos los políticos son corruptos”, o “todos hacen lo mismo”, y a poco que averigüemos, veremos que no es así. Es fácil decir la frase. Sobre todo, cuando alguno de tu cuerda está inmerso como reo de aquel delito, para extender la especie de que todos son ladrones. Estos simplistas mensajes calan en una sociedad en la que una mentira repetida cien veces se convertía en una verdad inmutable; actualmente diría que diez veces repetida. La mentira, las “fake news”, como ahora se llaman, en una sociedad que da por bueno todo lo que los medios emiten, sobre todo, a través de las llamadas redes sociales, ya salen barnizadas de verdad. “La máquina del fango”, expresión de Umberto Eco, se ha quedado corta. Mensajes de impacto que pasman por burdos, como ese tan emitido de “que te vote Txapote”, los pronuncian hasta los políticos de la hoy oposición porque saben de su impacto en la masa.

¿Significa que las democracias están inermes ante estos exabruptos? La defensa se antoja difícil cuando se desciende a la arena de la descalificación personal para argumentar en cualquier caso. El “injuria que algo queda”, desfasado, porque se encargarán de exaltar cualesquiera mamarrachos que tanto proliferan tales descalificaciones por burdas que parezcan, y esto siempre pone en entredicho la calidad democrática.

Las democracias trascienden a los políticos; asistimos aquí a ese esperpento de un presidente de la Deputación, que en un alarde de servidor público se ha retirado o apartado “motu propio” para dejar paso libre. Un modo de disfrazar lo que nadie cree, que por voluntad propia alguien se vaya cuando tan tentadores son los halagos del poder; uno, en su luenga vida, pocos por no decir ninguno ha conocido de generosidad pública, por lo que a nadie engaña ese “me voy” y no ese “me voy porque me echan”. Un “modus operandi” propio de las presiones desde arriba. Otro esperpento, con los disimulos que hay detrás de todo lacrimeo cocodriliano, es el de un acuerdo de los inmediatos, que debieron acatar lo venido de lejos que al partido convenía, por lo que uno no sabe lo que de verdad se esconde en las la palabras de me voy, no se han respetado los acuerdos a nivel local, etc. La política es el arte ya no de lo posible, si no de las conveniencias de cada momento. ¿En qué cabeza cabe que el partido de la derecha le iba a dar el concello a la izquierda a cambio de la Deputación, cuando conservaría ésta y facilitaría aquel a un partido sin ideología, afín por demás? La gente está de vuelta de todas esas maniobras. Un alcalde, sin ideología, que no precisa para gobernar, se manifiesta y menosprecia todo lo que a izquierda suene en su oratoria descalificadora, cuando, sin inmutarse, suelta una retahila apoyada en un argumentario muy suyo, que da poco margen de respuesta al oponente, alcalde al que vemos un tanto moderado, presentando otra faz en contraste con la soberbia, que se alimenta de la fuerza de los votos.

Un alcalde “forever” creado, por obra y no sé si gracia, del partido de la derecha que llevaba en sus listas a un ex para desmontarlo, daba la sensación de que estaría supeditado a los pactos locales para desalojar al actual cuando la decisión estaba en otros niveles. Este ex, a pesar de la decepción, se cree, con tanto tiburón a la espera, improbable que sea premiado con una Deputación, una silla senatorial; de momento da la sensación de como a la espera de la alcaldía en una improbable moción de censura.

Así es la política cuando unos pocos pero ruidosos cantamañanas la convierten en el arte de la mentira por la mentira... que rentabilizarán “ad summum”.

Uno recuerda que detrás de “El príncipe”, de Maquiavelo, se esconde una feroz crítica al poder, aun cuando exalta las virtudes del “princeps” que debe poseer tales o cuales cualidades, y eso del fin justifica los medios, ha de entenderse que los fines sociales deben estar por encima de los particulares, por lo que de maquiavélico para expresar las argucias de los gobernantes poderosos taimados, es una deriva tan equivocada como la del síndrome de Diógenes, el notable filósofo del ascetismo llamado “el Cínico” porque vivía pobremente en la plaza del Cynios (del Perro, en Atenas) y no acumulaba sobrantes ni desperdicios, como popularmente se cree, sino que se desprendía de todo lo superfluo, empezando por la vestimenta. Alejandro Magno, el mayor conquistador de la historia y difusor del helenismo, discípulo que había sido de Aristóteles, que por insigne a Diógenes tenía, hallándolo tomando el sol en una plaza ateniense, apeándose de Bucéfalo, su famoso caballo, le dijo: “Diógenes, pídeme lo que quieras”, y él filosofo le contestó: “Sólo quiero que te apartes y me dejes tomar el sol”. Si es leyenda, no se sabe, pero pudiera ser verdad, por la munificencia del uno y la voluntaria pobreza del otro.

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