Opinión

Éxtasis de amigos

JUEVES, 18 DE ENERO

“¡Vamos, Benito! ¡Vamos!”, gritabas a aquel poderoso central del Real Madrid. Y yo te digo: “¡Vamos, Miguel Ángel!” Qué equipo, tú portero, Zoco, Pirri, Amancio, Velázquez… Sé que en parte fue cosa tuya que el jueves el partido Atlético-Real se iniciara con una pancarta de apoyo a los largos cuatro mil pacientes de ELA. Sé que estás malito. No escondiste para nada esa devastadora enfermedad. Fuiste valiente, la hiciste pública allá en el 2022: “Sé lo que tengo, sé cómo tengo que recorrer este camino”.

Añadiste: “Pasé por muchos médicos y cuando por fin me diagnosticaron ELA, no pasé por ninguna de las fases del duelo. Ni miedo, ni desesperación, ni rabia. Supe pronto que la desesperanza no te lleva a ninguna parte”. Ay, Miguel Ángel, ojalá los hados traigan pronto el fármaco que detenga esa enfermedad e incluso la cure.

Tus allegados me cuentan que estás ‘entero’ y que posees la misma fortaleza mental que tenías cuando fuiste el legendario guardameta del Real Madrid. Diez años en el Real, nada menos. Te apodaron El Gato. Volabas de un lado a otro de la portería, qué barbaridad, parecías Superman.

Te escribo conmovido y lleno de recuerdos. Tú mismo has dicho que gozas de un éxtasis de amigos pendientes de ti. Tu peña en Ourense te mima. Sabes bien que la ciudad en que naciste está orgullosa de ti. Cierto, sin duda has sido el mejor deportista de este trozo de mundo. Siempre pusiste por delante tu ciudad. No olvidaste nunca al chico nacido en el barrio del Couto que, como en una premonición, creció a pocos metros del viejo estadio.

Lo conté alguna vez, pero no me resisto a recordarlo. Estudiábamos juntos en aquel 4ºB del colegio Cisneros, era el curso de los malotes. Lo que cuento es literal. Estábamos en clase en un aula que tenía un gran ventanal al exterior. Ocurrió más de una vez. Alguien te llamaba desde fuera: “Ven a jugar este partido con nosotros”. Te veo ahora mismo agachado caminando entre los pupitres esperando a que el profesor se pusiese de espaldas. Zas. Rápido como un felino allá saltas al patio donde te esperaban tus colegas.

 

Permíteme presumir, pero fui yo el primero que te sacó destacado en una crónica. Qué coincidencia, dos novatos. Allá me mandaron con el Couto a hacer la crónica del partido. Era en Ferrol. Fuimos de víspera. Mi debut como cronista también. Se lesionaba el titular y Soria, el entrenador, se acercó a tu asiento y te dijo casi al oído: “Hoy juegas tú”. El Ferrol era líder y perdimos. Pero al día siguiente en la página del lunes, escribí que habías hecho un buen partido.

Aquel año de mediados de los sesenta viajé con el equipo y, qué barbaridad, lo parabas todo. Éramos jóvenes llenos de ilusión y te vi jugar toda la temporada. Fue un año muy feliz. Pitan penalti, te veo ahora clavando los ojos en aquellos rollizos y valerosos números nueve, en aquellos campos encharcados. ¡Cuántos detenías!

Cielo santo, te ficha el Real Madrid. No hace tanto, me contaste que al entrenador, Miguel Muñoz, no le gustaba tu estilo felino. Decía él: “quiero porteros serios”. Tiempos de banquillo. Sabes bien que cuando falla la motivación, queda la disciplina. Y cómo es la vida, se va Muñoz y llega el yugoslavo Miljanić. Enseguida dijo: “Éste es mi portero”. Así pasaron diez largos años en el Real Madrid. Ganaste ligas, copas. Lo ganaste todo excepto la herida de no ser campeón de Europa. Y allá estuviste en dos mundiales, el de Argentina y el de España.

(Y ahora, humanamente hablando, te implicas de lleno con los que tienen tu enfermedad. Les llamas “mis compañeros del ELA”. Derramas solidaridad con todos ellos. Plantas cara a los políticos y les exiges que tomen más medidas contra esta enfermedad. Y a tu lado, velando por ti, María del Pilar, aquella mocita que conociste allá cuando eras casi un adolescente).

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