Opinión

Juro por Dios, por España y su Caudillo...

Servir a la Unidad, a la Grandeza y a la Libertad de la Patria con la fidelidad íntegra y total a los principios del Estado Nacional Sindicalista sin permitir jamás que la falsedad, la insidia o la ambición fuercen mi pluma en la labor diaria.

Esto podías leerlo en un carnet de prensa de la Vicesecretaría de Educación Popular de la Delegación Nacional de Prensa del año 1943, cuarto de la victoria del Glorioso Movimiento Nacional donde los arrasadores militarotes, africanistas sobre todo, para hacer viable o más bien introducir doctrina y pensamiento a un gobierno dictatorial se ampararon en el postulado fascista de la Falange Española para darse un barniz, digamos, civil; fue en aquella era de hierro cuando el Caudillo vestía de pantalones negros, guerrera blanca con entorchados, camisa azul de Falange, boina roja, y el inevitable yugo y las flechas bordado y encima la laureada de San Fernando cuando enunciaba los principios del Movimiento que seguían tantos fantoches como sufrimos por esta provincia, pálido reflejo de lo que por el país adelante se lucía. El que lo dirigía todo, el Invicto Caudillo, fue cambiando de uniforme a tenor de las circunstancias y por el decurso del tiempo aunque nunca abandonase el militar de franjas, bandas y entorchados, aparatosa gorra de plato, al modo de un bananero dictador trujillista, sobre todo cuando a embajadores recibía. Luego iría limando imagen y aparecía de civil, más adecuado para un pater patriae como si aceptado por todos, cual sensible padre con sus dos Carmencitas a la vera. Por aquí, a los mandos de Falange Española Tradicionalista y de las Jons aún los recuerdo impartiendo clases de Formación del Espíritu Nacional en el entonces Instituto del Posío, ataviados con botas de media caña, pantalones de montar sin caballo o jaca a la vista, guerrera blanca con sus entorchados o cuando el buen tiempo, camisa azul y boina roja introducida en la sobre hombrera. Unos fantasmas de tomo y lomo que ya en aquellos tiempos de posguerra nos recordaban a los camisas negras fascistas del MSI de Mussollini. La máxima expresión la ostentaba el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento en los días de gala: procesiones de Semana Santa, Corpus, 18 de Julio, todo un fantoche con poder omnímodo sobre alcaldes, presidentes de diputación... paseándose por las rúas seguido de su comitiva de fantoches: alcaldes, presidentes de Diputación, mandos de Falange, precedidos o a veces seguidos de la eclesial parafernalia, a los que parodiaba ese singular y consentido Toniño, el de ¡Bispiño, carallo! (cuando lo vio pasar en procesión). Y entre éstos, caras muy conocidas de la vida ourensana, montados en el carro de los vencedores, camuflados unos cuantos, meritorios matones de camioneta que se presentaban en la nocturnidad en cualquier sospechosa vivienda, arramplaban con el titular o el que estuviera señalado para “pasearlo” dejándolo en cualquier cuneta, o en las elegidas, para escarmiento, en aquellos terribles días del verano del 36 a imitación de las otras provincias gallegas para “pacificar” una retaguardia que nunca fue proclive a la rebelión de los militares como quiso presentarse a Galicia El matonismo, programado desde arriba alcanzó a no menos de dos millares de personas, entre las que muchas mujeres. No se completaron datos todavía sobre esta orgía de sangre. Estos matones, dirigidos, aun coparon bedelías y conserjerías y puestos más relevantes en la administración en pago de sus fechorías. Se decía, por aquellos tiempos, de unos cuantos.

Estos carnets de prensa eran también como un salvoconducto para viajar por todo el territorio nacional e incluso con rebajas del 60% en ferrocarriles donde siempre iba una pareja de la brigadilla de la Guardia Civil o la secreta de la Policía.

Una serie de apartados ya dicen por sí mismo lo que era aquel Estado Nacional Sindicalista al que poco faltó para ser Nacional Socialista, que supondría copiar a los nazis, lo que no convenía porque ya estaban en retirada, por eso no se adoptó por unas cabezas pensantes de un régimen sin cerebro, que se basó en el odio y la exterminación física del adversario (siguiendo la doctrina Mola).

Lo peor de este hombre (Franco) es que no perdonó a los vencidos, decía mi padre.

Después, el carnet de Prensa contiene una serie de apartados donde se dice: Creemos en la suprema realidad de España, Fortalecerla, Elevarla y Enardecerla…

En otro apartado: España es una realidad de destino en lo Universal.

Otro: Tenemos Voluntad de Imperio. Afirmamos que la plenitud histórica de España es el Imperio.

Otro apartado: Nuestro Estado será un instrumento totalitario al servicio de la integridad patria.

Otro: La iglesia y el Estado concordarán sus facultades respectivas sin que se admita intromisión a actividad alguna.

Y por último: Falange Española Tradicionalista y de las JONS quiere un orden nuevo enunciado en los anteriores principios para implantarlo en la llamada revolución Nacional Sindicalista, cuyo principal dinamizador será el Movimiento Nacional.

Con tales principios esbozados hay que deducir que las libertades de ir de un lado a a otro, de escribir más allá de la censura, imposible, y que los derroteros iban hacia eso de somos la reserva moral de occidente, nos llegamos a impregnar de todo ese ideario criminal y aborrecible con el que castigaron nuestras mentes, sobre todo en esas Misiones donde se adoctrinaba desde improvisados y tenebrosos púlpitos de cualquier salón inculcando el temor a las llamas del infierno; los llamados 25 años de Paz volvieron a recolonizar las mentes.

La llamada reeducación nacional, desde la escuela con la Formación del Espíritu Nacional, iba a todo trapo, de tal modo que por demasía llegamos a creer que esta dictadura era una bendición para el pueblo. La propaganda de Radio Nacional y de los Nodos era ya, no incesante sino machacona, y esta escuela imbuida de los principios del Movimiento sucedía a la libre enseñanza de una República vilipendiada ad infinitum. ¿Quién podía sacudirse de aquella envolvente atmósfera? No obstante, hubo resistentes.

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