Opinión

Apropiaciones y amenazas

Cuando Winston Churchill llegó por primera vez a Francia tras el final de la II Guerra Mundial le preguntaron: “¿Qué opina usted de los franceses?”. “No lo sé”, respondió, “no los conozco a todos”. Las generalizaciones sirven para arrimar el ascua a la sardina que le conviene a cada cuál y a tomar la parte por el todo. Si Feijóo pide en Bruselas perdón por la división del Gobierno en el caso de la guerra de Oriente Medio, tras el atentado brutal de Hamás y la no menos brutal respuesta de Israel al ataque del 7 de octubre, sabe o debe saber que no toda la ciudadanía respalda esas disculpas en el sentido que las quiso dar. Cuando el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, afirma que “En el interés de España, en defensa de la convivencia entre españoles, defiendo hoy la amnistía en Cataluña por los hechos acaecidos en la década pasada”, se está apropiando de una realidad que no le corresponde hasta el punto de que al día siguiente hubo decenas de miles de españoles que protestaron en la calle por esa generalización, y porque se puso de manifiesto que su interés por España coincide milimétricamente con su interés por volver a ser investido presidente del Gobierno. En su descargo puede decirse que quienes más utilizan el nombre de España y hacen apropiación de él son quienes tienen un concepto de la nación, himno y bandera privativo, unívoco y esencialista y les cuesta reconocer la diversidad del país, incluso la recogida en las Constitución, de la que también hacen una lectura parcial e interesada, aunque esto también sea una generalización. 

Ya estamos acostumbrados a que cuando un presidente del gobierno, autonómico o alcalde toma posesión de su cargo afirma que va a gobernar para todos los ciudadanos, lo que quiere decir es que aplicará la política de su partido o su programa electoral, que para eso le han elegido, lo que supone que el restante tanto por ciento de los votantes, normalmente superior a la mitad de los electores, tendrán que esperar a las siguientes elecciones para aplicar sus políticas y repetir el enunciado retórico de que atenderán las demandas de sus adversarios. Mienten.

El problema cuando se produce la apropiación de conceptos y símbolos que son de todos ya no es solo la exclusión de una parte de la ciudadanía, sino cuando en un giro dialéctico se pasa a las amenazas más o menos veladas que suponen un salto cualitativo en la estrategia de la tensión y de la crispación. Las palabras del presidente de Vox, Santiago Abascal, en el acto del pasado domingo en la plaza de Colón de Madrid, no son nada tranquilizadoras cuando se sugiere que Pedro Sánchez tendrá que buscar refugio a su exilio en la habitación de invitados de Waterloo. En su repudio a la ley de amnistía anunciada por Pedro Sánchez, el presidente el PP, Alberto Núñez Feijóo, e queda en la exigencia de la repetición de las elecciones.

Vox, además, ha activado a todas sus terminales, entre las que se encuentra la asociación de guardias civiles, Jucil, sobre la que el Ministerio del Interior se piensa iniciar acciones legales, porque en su crítica a la amnistía ha quebrantado “los límites de la neutralidad política exigible a los guardias civiles”. La penetración de la ultraderecha entre los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado puede convertirse en un grave problema que es necesario controlar.

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