Opinión

El carro antes que las mulas

Si fuera la primera vez que se celebraran elecciones cabría dudar acerca del cumplimiento de las promesas electorales, o de la política de alianzas que pudiera fraguarse una vez recontados los votos y distribuidos los escaños. Como no es así, ya se conoce el juego de cada partido o de cada bloque de partidos, en el que los enfrentamientos se producen a varias bandas, entre frentes y dentro de cada uno de ellos por conseguir una posición de predominio.  En este debate lo que es preciso es no romper puentes o no ofender tanto como para impedir acuerdos que vendrán impuestos por la aritmética parlamentaria.

En el caso catalán, de  cara al 21-D,  parece que las preocupaciones en el lado  “constitucionalista” de dos de los partidos, Ciudadanos y el PP, son mayores  por lo que harán el PSC y su candidato, Miquel Iceta, que de consolidar sus posiciones y de aumentar su número de votos. Que desde el Partido Popular y sus terminales catalanas se ponga en duda la afirmación de los socialistas de que no pactarán ni facilitarán un Govern con veleidades independentistas o que insista en el desarrollo de la nonata república, solo tiene el sentido de restarles votos y de que no consoliden una recuperación que avanzan las encuestas que también se apunta en el escenario nacional. Además de poner el foco en los socialistas catalanes, el PP tendría que incidir más en la recuperación de un electorado que ha perdido y que le ha llevado a sus menores cotas de representación en el Paralment. No vaya a ocurrir que tanto Ciudadanos como el PSC crezcan en escaños y un pobre resultado de los populares impidiera el “sorpasso” al independentismo. Desde luego parece una pretensión desmedida que el PP vaya a ser “el vértice” de un hipotético Govern constitucionalista como anunció el coordinador general de los populares, Fernando Martínez-Maillo.

La líder de Ciudadanos en Cataluña, y figura prominente del partido a nivel nacional, Inés Arrimadas, ha anunciado que se dirigirá al PSOE para recabar su apoyo en caso de que las cuentas cuadren. Es lo lógico y sería lo deseable si se cumple la primera premisa. Al líder del PSOE, Pedro Sánchez, le han llovido las críticas por anunciar que su partido no hará presidenta de la Generalitat a quien representa “la media naranja” del PP.  Con el PSC en fase de una cierta recuperación de su electorado y con Ciudadanos compitiendo en el mismo espacio electoral, una declaración a favor de un acuerdo preelectoral  con un partido que identifican de derechas en lo económico y lo social constituiría una especie de suicidio político de los socialistas. Bastante acostumbrados están ya a pegarse tiros en los pies como para caer en un error de principiantes.

Para obtener unos buenos resultados es preciso primero que los partidos constitucionalistas realicen una campaña que movilice a los ciudadanos que suelen quedarse en casa en las elecciones autonómicas, y que les propongan unos programas atractivos. Y actuar, después, en función de los resultados electorales. El resto es poner el carro antes que las mulas. Entretanto sembrar dudas sobre la decisión del PSC y de Pedro Sánchez, llegado el momento, es tratar de socavar las expectativas de quien es a la vez adversario y presunto socio y ha dado muestras suficientes de compromiso con la Constitución.            

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