Opinión

Objetivo fallado

  

Los profesores de ciencia política capaces de organizar un partido prácticamente de la nada escuchando  a los indignados de la crisis económica, y acostumbrados a un funcionamiento asambleario en la toma de decisiones, están marrando a la hora de erigirse en la verdadera oposición al partido gobernante y demuestran un escaso manejo de los tiempos y usos parlamentarios que no son los mismos que los de “la calle”. Por ese motivo adoptan decisiones que parecen más consecuencia de una charla de café entre amigos que de un análisis serio de las situaciones políticas y de los instrumentos que el Congreso pone a su disposición para realizar una oposición eficaz.  

El anuncio de Pablo Iglesias de promover una moción de censura contra Mariano Rajoy para desalojarle del poder, sin ni tan siquiera dar el paso de proponerse él mismo como candidato a ocupar el inquilinato de La Moncloa es una práctica inédita, y tras la respuesta cosechada por parte del resto de los partidos que tendrían que prestar sus votos para sacarla adelante es un esfuerzo inútil que conduce a la melancolía.  

Es una anomalía que sea el tercer partido de la Cámara en cuanto a número de escaños quien proponga la moción de censura y que lo haga con un número tan reducido de escaños para la magnitud del empeño. Si su pretensión es erigirse en el principal partido de la oposición aprovechando la situación de interinidad por la que atraviesa la dirección del PSOE, también ha pinchado en hueso porque la respuesta de los tres candidatos a la secretaría general ha sido unánime y coincidente.

Tal vez pretendían los de Pablo Iglesias aprovechar las declaraciones de Pedro Sánchez, que había criticado a la gestora socialista que fuera tan timorata en su petición de responsabilidades al presidente el Gobierno tras el desarrollo de los acontecimientos desvelados por la “operación Lezo”. Pero ni aún así. A pesar del efectismo de algunas de sus propuestas, de sus iniciativas, de su empeño en la radicalidad y en retomar las movilizaciones, estas no acaban de tener ningún efecto práctico y su labor de oposición transcurre entre el alboroto y la irrelevancia. Y esos no son buenos avales a la hora de concurrir a nuevas elecciones. No se puede descartar que sea esa una de sus pretensiones, para ver si en una nueva suerte de pinza por la comunión de intereses del PP y Podemos para perjudicar al PSOE, se produce el “sorpasso”. Pero para Rajoy, que a partir del próximo día 4 puede disolver las Cortes, sería difícil de justificar esa maniobra cuando ha empeñado su palabra en tratar de llegar hasta el final de la legislatura y tiene la aprobación de los PGE al alcance de la mano.  Es una tentación, no obstante, que todavía no está conjurada.      

En definitiva, si se quiere poner al PP y a su presidente ante el espejo de la corrupción es más eficaz la celebración de un pleno extraordinario sobre el asunto, o forzar la constitución de la comisión de investigación sobre las finanzas del PP -a lo que se suma la comparecencia de Rajoy como testigo en el proceso de la “trama Gürtel”-, que una fallida de antemano moción de censura, con cuyo anuncio también han fracasado en su objetivo de perturbar a los socialistas, su verdadera obsesión.  

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