Opinión

¿Y usted qué salvaría?

El volcán de La Palma sigue dando que hablar, principalmente como fuente de desgracias y también de oportunismos. Dejando aparte el tema turístico -con esos viajes organizados a la terraza del Cumbre Vieja-, lo que ha desatado el morbo son las encuestas que algunos medios de comunicación han lanzado para averiguar “qué puede usted salvar de su vida en 15 minutos”.

La penuria ajena siempre ha tenido un efecto imán, quizás porque no queremos vernos reflejada en ella, aunque no nos importe comprobar el sufrimiento de los otros: eso de asomarse al balcón del mal ajeno no pasa de moda, y muchas veces, parapetados tras el salvoconducto de informar, metemos todo en el mismo saco y ¡hala!, toma noticia y exclusiva. Y ahora se nos ha ocurrido dar el triple salto; queremos averiguar cuál es el objeto más preciado que han rescatado los infortunados palmeros antes de que la lava engullera sus casas.

Son muchas las encuestas elaboradas sobre este asunto y su impacto mediático es directamente proporcional al resultado emotivo que arroja. Es decir: cuantas más fotos y más recuerdos infantiles haya en la encuesta, mejor. Los muebles, sin embargo, cotizan a la baja, y ver, por ejemplo, a una mujer sobre el remolque de una furgoneta mientras sujeta un somier resulta menos noticioso.

Por el contrario, un anciano sosteniendo el marco de alpaca con el daguerrotipo de sus padres ya genera más interés informativo, sobre todo si es lo único que ha podido salvar de su casa y si nos lo cuenta llorando, con una imagen de fondo en la que apreciamos la columna de humo y fuego que arrasa su barrio.

En un segundo nivel están luego los peluches, las cartas de amor, algún que otro reloj de pared y más fotos, esas que se archivan en álbumes o se amontonan en una cajita que solo se abre en navidades o en una fecha señalada como puede ser el día después del fallecimiento de un familiar.

¿Y usted qué salvaría? Piénselo: le quedan 15 minutos. Anímese y participe. No hay premios ni sorteos, pero al menos tendrá la satisfacción de poder enseñarle las imágenes a sus nietos, y con eso quedará compensado.

Muchas veces pienso si estamos haciendo lo correcto cuando defendemos la máxima del “todo vale” justificada en aras a la transparencia informativa. El derecho a la intimidad debe aplicarse con la ley en la mano, pero también con la ética en la conducta. Me dirán que solo es una encuesta; que no hay motivo para la alarma social. Sin embargo, yo pienso que la emoción es el gran motor que mueve el mundo, y cuando el resultado de un sondeo no es un porcentaje sino un sentimiento la cosa deja de ser un juego y se convierte en una razón de vida. Porque los recuerdos no se miden, se sienten.

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