Opinión

Pepe Ruipérez y su programa “Prohibido aburrirse” en la radio local

Pepe Ruipérez micro en mano y junto a Esteban Plaza y yo en un partido entre prensa y radio.
photo_camera Pepe Ruipérez micro en mano y junto a Esteban Plaza y yo en un partido entre prensa y radio.

Con frecuencia “La Región” publica noticias sobre las buenas relaciones de los diversos profesionales de la radio en Ourense, que forman una gran cofradía de amigos por encima de la lógica competencia y el estilo de la radio local, tan diferente en contenidos a la de mis tiempos. Pero esa hermandad tan ourensana me hace recordar la camaradería de antaño de la que son herederos. Y me hace evocar con nostalgia a los compañeros que, por la ley inexorable del tiempo, han ido desapareciendo, aunque sus voces sigan en nuestro recuerdo. Hoy quiero hablarles de uno de los más populares y estimados radiofonistas de aquellos lejanos años sesenta y setenta, me refiero a Pepe Ruipérez, creador y conductor de un original programa, emitido por Radio Popular, la COPE, titulado “Prohibido aburriese”.

Pepe era, además de locutor, practicante de RENFE, y aparte de este trabajo hacía su programa con notable éxito. Lástima que no se conserve, que yo sepa, ninguna grabación de entonces. Es una pena que a nadie se le ocurriera guardarlo, como hicimos otros. El programa de Ruipérez exigía elaborar un minucioso guion de historias, sucedidos, anécdotas y fragmentos de episodios seleccionados que buscaba y encontraba en todo tipo de publicaciones antiguas y actuales. Pepe realizaba un cuidadoso montaje que daba al programa especial ritmo dentro del tiempo del espacio. Sus oyentes disfrutaban mucho de aquel trabajo excelente. Era un programa esmerado con una sintonía característica y peculiar. Ruipérez tenía una voz modulada y agradable que sonaba muy personal. Aparte de su programa, también hacía, como los demás, las labores ordinarias de los locutores de continuidad.

Era además especialmente habilidoso a la hora de montar cuñas publicitarias, donde también destacaba su peculiar estilo. Era muy querido por todos sus compañeros. De aquellos tiempos, recuerdo las ocasiones en que ambos transmitíamos el entonces famoso Festival de la Canción del Miño, función a la que daba singular capacidad de contar las cosas a su modo. Conviene tener en cuenta que aquella era una radio eminentemente local, ya que eran pocos los programas propiamente en cadena desde las centrales. En otras ocasiones me he referido a aquella radio creativa y original, donde el peso de la programación descansaba sobre los propios locutores y redactores de las plantillas y los colaboradores. Pepe tenía un gran sentido teatral de la radio, de suerte que sus programas eran muy variados y de varios estilos. Visto en perspectiva exigía un trabajo intenso para llenar cada día un especio de media hora. Aparte del guion, Ruipérez poseía un especial ingenio para seleccionar cortes, sintonías y espacios musicales para los montajes. Además de todo ello, el programa tenía una especial frescura porque se emitía en directo. Un programa como aquel solamente podía hacerlo él.

Conviene recordar que en aquel tiempo existía una severa censura y los programas tenían que ser cuidadosos con el contenido y el uso del lenguaje. En el aspecto de las noticias, solamente se podían emitir las de carácter local y los deportes, ya que era obligatorio a las dos y media conecta con el “Diario hablado” de Radio Nacional, que desde la guerra civil se denominaba “el parte”. Por eso, el programa de Pepe Ruipérez por sus contenidos era como un aire de frescura que habría los horizontes, siempre bajo el prisma del humor elegante.

Ya he contado alguna vez que, cuando empezaron a abrirse las ondas a la participación de los oyentes, a través del teléfono, no se emitía en directo. La llamada entrante se grababa en un magnetófono y se emitía en otro, de modo que la compañera del control (Esperanza, Marian o Amparito) de decirse alguna palabrota o inconveniencia, tenía que cortar la cinta. Recuerdo una ocasión en que un oyente enviaba un mensaje de felicitación o saludo que se emitía, tras llamar a su destinatario para que lo escuchara. Esta vez un amigo mandara un mensaje para otro, que debería estar enfadado. Por teléfono se le anunciaba, todo con salida a antena. Y se le anunciaba que le iban a pasar el mensaje de un amigo. Así se hizo, pero tras escucharlo, y el directo, el destinatario dijo literalmente: “¿Qué dice este cabrón?, ¡que se vaya a tomar por culo!”. Y salió tal cual. Pero este tipo de casos eran realmente excepcionales.

Hoy he querido recordar a Pepe Ruipérez y estoy seguro de que todavía quedarán muchas personas que disfrutaron de aquel programa donde realmente estaba prohibido aburrirse. Nunca más se volvió a hacer nada igual. Porque era más que un programa de humor. Era un canto a la vida con optimismo como mensaje para todos.

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