Opinión

CONSTERNACIÓN Y PREVENCIÓN

La explosión de violencia que durante los últimos días está azotando el Reino Unido provoca consternación y una cierta prevención. Escuchando las explicaciones vertidas en diarios, radios y canales de televisión, a uno no le queda nada clara la razón última de estos disturbios que, a tenor de las imágenes mostradas hasta el momento, se ha traducido no solo en saqueos, sino en manzanas enteras devastadas por el fuego, además de los muertos -cuatro hasta el momento- y heridos.

Hasta aquí la fase de consternación. Estamos hablando no de un país perdido en el centro de África, sometido desde hace años a los enfrentamientos tribales endémicos de cada región, sino de un país europeo, incluido en el denominado primer mundo y que, por principio -por principios- se supone alejado de esas tensiones habituales en otros puntos del planeta. Sin embargo, la explosión de violencia se ha producido, y tan virulenta como las que habitualmente se producen en cualquiera de esos países en tensión -muy alejada de aquellas protestas del mayo del 68 francés, nacidas en los cenáculos universitarios y no en los suburbios y el lumpen-.

La preocupación nace de que en España, en este momento, contamos con un germen, el 15-M, que ya ha demostrado en más de una ocasión su capacidad destructiva -'la de unos pocos, oiga; la de unos pocos', señalan sus defensores- y, dependiendo de cómo evolucionen las cosas -el 20-N o puede que el próximo mes de octubre será una prueba de fuego-, puede desencadenar algo parecido a lo visto en los últimos días, pero en nuestras calles.

De hecho muchos se preguntan cómo es posible que este brote de violencia se haya producido en Reino Unido y no en España, teniendo en cuenta nuestra situación y esos cinco millones de parados, y subiendo.

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