Opinión

¿Contradicción libertaria?

Muchos afirman que la auténtica libertad significa la emancipación de cada individuo respecto de los condicionantes que impone la sociedad represora. Así se justifican determinadas actitudes que rompen con las tradiciones y costumbres. La abolición de restricciones que se inculcaban a través del sistema educativo se ha producido por la irrupción de un totalitarismo tecnológico que aparentemente priva a las clases rectoras de sus ancestrales privilegios.

La defensa de las manifestaciones afectivas más allá de la intimidad y su escenificación pública abre un debate sobre el derecho a la libertad frente al pensamiento de la colectividad. El sometimiento voluntario que crea el instinto se canaliza a través de su exposición pública sin que importe la opinión de los demás. Se hace ostentación gratuita de conductas singulares con el fin de dar sentido a una existencia vacía de valores y terriblemente frustrante en proyectos de futuro. Se malinterpreta el vivir “el ahora” sin que este quede condicionado por un pasado que se rechaza y un futuro que se teme.

La arrogancia de las clases dominantes en una sociedad injusta, sectaria y dogmática, ha entrado en crisis; la pederastia de muchos defensores de la moral, la corrupción de algunos servidores públicos, la carencia de ética de los sectores financieros, la dependencia del consumo como inalienable a nuestra forma de vivir, el deterioro medioambiental y el desprestigio de las religiones dominantes hacen viables alternativas que en todo caso están en un proceso de consolidación. 

Creo, sin embargo, que las sociedades de los estados más desarrollados están más controladas y dirigidas que en ningún otro momento histórico. Es ingenuo creer que las conductas disruptivas suponen un peligro para las clases dominantes; la adaptabilidad del mercado es infinita y la alienación de la humanidad por el consumo permite que el dominio siga siendo absoluto.

La auténtica libertad la alcanzan aquellos cuyo pensamiento es capaz de discriminar sin influencias externas que bloqueen la interpretación subjetiva. La imposición de la objetividad reduce los círculos de libertad y las tiranías se establecen cuando la normalización incorpora las anomalías y las comercializa en un mercado absoluto a precio de saldo.

Decía el escritor y activista político David Rousset: “Los hombres normales no saben que todo es posible”. Quizás sea cierto, pero primero hay que definir la normalidad, algo que nos podía llevar a reconsiderar lo que significa “esclavitud”. Muchas veces, conceptos aparentemente antagónicos esconden los mismos significados. 

Termino con una pregunta que atormenta mi mente: “¿Es posible que el ser humano alcance la libertad colectiva sin cercenar la libertad individual?” 

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