Opinión

El señor de la clave

Se acerca el día, el momento en que Sauron se haga con el poder absoluto, el instante en que el “anillo” destructivo esté al alcance de su índice. No hay amenazas, se abre el acontecimiento histórico que inicia la “cuarta edad del Sol”, hay realidades que anuncian el desastre que supone la victoria del descendiente de Melkor. Una corte de curtidos representantes de los orcos se reparten las funciones destructoras de lo que ha sido la civilización multirracial; han sido seleccionados por su líder para edificar los postulados del nuevo orden. 

Aguerridos militares, amaestrados en el odio, firmes en sus convicciones patrioteras, agresivos, carentes de piedad y experimentados en el “arte de la guerra”. Estarán autorizados a reprimir cualquier discrepancia con el líder absoluto.

Oligarcas insolidarios, privados de escrúpulos, conscientes del poder del dinero, ignorantes del significado de la ética. Su único mérito, empatizar con Sauron por tener la misma procedencia. Su misión, garantizar que los ricos sean más ricos y que los pobres carezcan de derechos.
Negacionistas del cambio climático, creacionistas, misántropos, misóginos, reaccionarios y clasistas. Serán los encargados de gestionar los recursos del mundo y de devolver a la mujer a su rol de “descanso del guerrero”. Vigilarán que en las escuelas se estudie un solo libro y que este sea la guía del futuro.

Un elenco de orcos que sin duda servirán a Sauron para destruir la Tierra Media. Primer objetivo: tomar todas las medidas para garantizar que el cambio climático no se detendrá y la temperatura del planeta siga aumentando hasta el deshielo total de los casquetes polares. Segundo objetivo: bombardear hasta su total destrucción todas las ciudades del mundo islámico, con la excepción de Arabia Saudí y los Emiratos del Golfo. Tercer objetivo: construir muros de contención en los países hambrientos y convertir los países del tercer mundo en grandes campos de concentración donde se aísle a los pobres y menesterosos. Cuarto objetivo negociar con el Zar su participación en el nuevo orden, incluyendo aquellos líderes europeos que se incorporen al ejército de orcos.

La gran revolución empezará en USA, separando al hombre blanco de sus copias antropomorfas. Solo los muy puros gozarán de derechos; los demás se encargarán de servir a los elegidos. A cada blanco recién nacido se le obsequiará con un arma de fuego con el consiguiente carnet que permita su uso contra las etnias inferiores. Guantánamo seguirá siendo el penal de la tortura y se encerrará en él a todos los sospechosos de atentar contra el nuevo orden; ningún preso saldrá vivo de ese penal y los carceleros serán expertos en aplicarprocedimientos inquisitoriales.

Se suprimirá cualquier atisbo de sanidad pública y la educación estará gestionada por creacionistas. La mujer abandonará cualquier trabajo y se dedicará en exclusividad a la familia y tendrá tantos hijos como decida su marido, a quien guardará fidelidad y obediencia. Se eliminará la democracia siendo sustituida por una autocracia dirigida por Sauron y sus descendientes que mantendrán un sistema a imitación del Norcoreano. 

Un cuarto Reich está a punto de iniciarse; solo la humanidad unida puede frenar su expansión. Pero no hay que olvidar que el anillo y su clave dan el poder absoluto a la bestia y no se atisba un contrapoder que frene el caos con el que “el nuevo orden” amenaza la vida. Esperemos que la Orden de Istari envíe a un Gandalf envestido con una “magia” salvadora (es una petición a los Reyes Magos).
Este relato no es un cuento, es la mezcla de ficción y posible realidad. ¡Espeluznante!

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