Opinión

¡Increíbles!

Recibo una llamada telefónica de un antiguo compañero de estudios. En ella me manifiesta su entusiasmo ante la lectura de algunas obras de Miguel de Unamuno. La comunicación con este antiguo compañero y amigo provocó en mi ánimo una especie de entusiasmo. Y fue así, porque en el torrente imparable del tiempo desaparecieron personas a las que me unía una sincera amistad.  

Por otro lado se da la casualidad de que en 1964 -centenario del nacimiento del gran vasco- este que escribe se hallaba en el País Vasco ejerciendo su profesión de maestro. En este año pude asistir a muchas conferencias sobre Unamuno, además, compre sus obras completas. Años más tarde, publiqué en varios periódicos artículos sobre esta figura. En uno titulado “Sin miedo y sin tacha” comentaba la actitud de don Miguel ante la brutalidad y el exceso verbal de dirigentes políticos en el paraninfo de la Universidad de Salamanca aquel 12 de octubre de 1936.

Este artículo se lo envío por correo al antiguo compañero y amigo. Al no recibir respuesta lo llamo por teléfono y le pregunto si mi escrito había llegado a sus manos. Para mi asombro me contesta: “Si quieres te lo devuelvo”. En sus palabras se traducía una especie de... ¡increíble!

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