Opinión

El cansancio de los candidatos

Gracias a Dios, la campaña ha terminado. En las últimas horas el cansancio se ha notado en los candidatos y en los líderes que han venido a arroparlos, y también en Zapatero, que tiene de líder lo que yo de maoísta. Algunos han comenzado a desvariar tanto que han estado a punto de decir la verdad. El propio expresidente socialista ha presumido de que al PSOE lo que le gusta es “ganar por sorpresa”. Dicho por el tipo que se coló en La Moncloa contra todo pronóstico tras las bombas del 11-M, no sé si ha sonado tan bien en el mitin como lo hacía en su cabeza.

Incluso Rueda, que se ha mantenido bastante al margen de meteduras de pata innecesarias, ha pronunciado la palabra prohibida, el chascarrillo hecho lema pandémico que jamás debieron desenterrar, y que yacía maravillosamente en el cementerio de las malas ideas: “sentidiño”. Como gallego, cada vez que escucho una apelación al “sentidiño” me dan ganas de nacionalizarme húngaro. Son infinitas las razones de mi aversión, pero la principal es esta: el Gobierno no es mi abuela.

Hoy leeremos las crónicas de las jornadas de reflexión, mi momento favorito de toda campaña. El candidato Tal ha pasado la mañana jugando con sus hijos en el parque y después no ha faltado a su cita con el frutero Paco para comprar unos grelos de la tierra; el candidato Cual ha decidido comenzar el día –y lo vemos rodeados de periodistas y cámaras tratando de seguirle el ritmo marcial- con su rutina habitual de cincuenta kilómetros monte a través con las manos cruzadas a la nuca, disfrutando de una maravillosa tarde de recuperación en la UCI por falta de práctica; el candidato Tal Cual ha pasado la jornada de reflexión en compañía de su mejor amigo, su perro Panchito, que parece muy optimista sobre el resultado electoral a la vista de la velocidad a la que mueve el rabo.

De noche, tras las crónicas de fingida normalidad apolítica, los candidatos se apretarán unos cuantos cubatas en secreto para olvidar que tal vez sea el último día en que tienen algo que celebrar. Y ya el domingo aparecerán al alba, con ojeras colosales, sonrisa Profidén, y “buenos días” para todos, metiendo a medias el sobre en la urna entre flases, y hablando de la “fiesta de la democracia”; aparentando serenidad, pero muertos de miedo.

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