Opinión

Votar en defensa propia

Más de la mitad de los electores gallegos pasan de votar en las autonómicas. Una desafección que no es nueva. En las primeras elecciones regionales, del 1981, votaron el 46% de los que podían hacerlo, casi igual que en las del 2020, cuando acudieron a las urnas el 48% de los electores. El mayor entusiasmo por la política gallega se produjo en el convulso 1993, cuando la participación ascendió al 64%, llevándose Manuel Fraga su segunda mayoría absoluta.

Tampoco encontramos grandes aspavientos en los votantes gallegos a lo largo del tiempo. El centro derecha se llevaba el 57% de los votos en 1981, mientras la suma nacionalistas y socialistas se quedaba en el 32%; si bien por aquellos tiempos el PSOE de González aún soñaba con pactar con UCD, si se dejaran, y ni existía la posibilidad de encamarse con los nacionalistas.

Cuatro décadas después, con la resaca de la pandemia, el PP de Feijóo se llevó la mayoría absoluta con el 47% de los votos, mientras que la suma de nacionalistas e izquierdistas con escaño se frenaba en el 42%. Es decir, la mayoría de los gallegos siguen votando al centro-derecha, y tal vez nunca resulte tan propicia y feliz la etiqueta de electorado conservador.

Una buena explicación de esta tendencia es que las cosas van bien, dentro de un orden, y lo que va bien es mejor no tocarlo. Los mayores problemas de Galicia, de hecho, no tienen tanto que ver con la gestión de la Xunta, sino con la actuación sectaria de los últimos gobiernos centrales de izquierdas, que gustan de castigar a las comunidades que no les votan, una deslealtad que tampoco previeron los padres de la Constitución. Otra más. Pero esa factura no se cobra ahora, sino en las generales.

El liderazgo tampoco parece un problema para los gallegos. Cuando Feijóo sucedió a Fraga como líder del PP de Galicia, recuerdo que corrieron ríos de tinta hablando de su falta de carisma. También lo decían de Aznar. Feijóo logró recuperar las mayorías sin demasiado trauma en los electores, si bien es cierto que la caótica, sectaria e incompetente legislatura del bipartito del PSOE y BNG fue una ayuda inestimable para reforzar su posición durante años. Aún hoy, la mejor campaña del centro-derecha sigue siendo traer a la memoria aquel desmadrado bipartito del 2005 de Touriño y Quintana.

Te puede interesar