Opinión

El “caso Galileo”, hoy

El “caso Galileo” goza de amplio interés. Libros, conferencias, debates, discusiones, ayudan a profundizar y rechazan con razón la condena a un hombre que defendió y publicó ciertas ideas en la Italia del siglo XVI. ¿No habría que pensar que el mundo está lleno de “casos Galileo”? ¿No hay en el presente cientos de seres humanos que son perseguidos y acusados, condenados a veces con torturas y con la muerte por proponer en público sus ideas o incluso por manifestarlas ante pocos convecinos?

La pregunta no implica restar importancia al “caso Galileo”, sino abrir los ojos a tantas existencias humanas que han sufrido y que sufren persecución por sus creencias. Lo que sorprende es cómo algunos usan y abusan del caso Galileo para atacar a la Iglesia Católica, mientras apenas dedican tiempo alguno a analizar y a defender a hombres y mujeres que hoy día son acusadas (incluso condenadas a muerte) por defender sus convicciones más profundas o simplemente por enseñar una Biblia a unos niños.

Hablar y escribir sobre el “caso Galileo” sin decir una palabra sobre tantos hombres y mujeres, ricos o pobres, de Europa o de Asia, de África o de América que sufrieron y sufren persecuciones arbitrarias, es una forma de discriminación cómoda y extraña, porque muestra escasa sensibilidad humana y falta de honradez intelectual.

No podemos guardar silencio ante miles de casos de todos los tiempos, especialmente los que ocurren hoy en varios países del planeta. Hablar de los perseguidos injustamente, defender el derecho a seguir la propia conciencia en la búsqueda de la verdad y del bien son acciones que cualquier corazón mínimamente justo debe poner en práctica, aunque ello implique el riesgo de convertirse en víctima de tantos poderosos enemigos de la sana libertad de pensamiento.

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