Opinión

DE CHESTERTON A TOMÁS DE AQUINO

La próxima celebración de la fiesta de Santo Tomás de Aquino en nuestro Seminario me indujo a releer el ensayo que sobre este genio del Medievo escribió otro genio de nuesta época: Chesterton. Redactada mucho antes de los estudios históricos de Grabmann, Gilson y Chenu, la obra de Chesterton titulada simplemente 'Santo Tomás de Aquino' resulta algo envejecida e incompleta para la comprensión erudita del Aquinate en su propio medio cultural. Por otra parte, el ambiente intelectual de hoy es increíblemente diferente del que la acogió en sus primeras ediciones. Las corrientes personalistas de Mounier, o las existencialistas de Heidegger, no habían sacudido todavía las inteligencias de los católicos y el Concilio Vaticano II estaba aún fuera de la previsión de los cristianos más soñadores.


Con todo, el libro de Chesterton está aún hoy en situación de provocar con mordacidad y pertinencia a los lectores actuales a pesar del paso de los años. Sin duda este libro no tiene en su haber únicamente el estilo paradójico y brillante del gran escritor inglés. Lo que constituye su valor es que se trata de la vida y del pensamiento de un genio visto por otro genio. Y lo que configura su única originalidad es que nos ofrece el encuentro vital de dos genios absolutamente dispares. Si se hubiera buscado ex profeso al pensador de estructura mental más distinta de la de Tomás de Aquino, habría sido difícil de encontrar a otro que Chesterton. Extrovertido, ingenioso, chispeante, vitalista, imaginativo, imprevisible e improvisador, Chesterton está en las antípodas del imperturbable y metódico doctor medieval que jamás se permitió, en los miles de páginas que salieron de su pluma, ni una sola ironía, ni una expresión que no fuera lenguaje riguroso y preciso; y si alguna vez despierta alguna sonrisa en nuestros labios es cuando constatamos su ingenua seriedad, incluso para hablar de ciertas materias que nos hemos acostumbrado a relativizar. Se diría que fuera de la opulenta corpulencia y de cierta tendencia a la distracción, nada une entre si a estos dos hombres.


Y esto es lo extraordinario de esta obra. Que Chesterton se haya dejado cautivar por la imagen aventurera y poética del Pobrecillo de Asís a nadie le puede llamar la atención. Pero que lo haya atraído la vida bastante descolorida de ese profesor universitario del siglo XIII que fue Tomás y su pensamiento implacablemente lógico y abstracto es un fenómeno que requiere alguna reflexión. Y suscita inevitablemente la pregunta: ¿Qué es lo que explica la atracción ejercida por Santo Tomás sobre Chesterton? En las obras del de Aquino hay un despliegue descomunal de la lógica y del razonamiento. Pero este virtuosismo de la razón raciocinante está al servicio de un imperturbable sentido común y de un realismo abierto a todas las dimensiones de la existencia, tanto a las más maravillosas como a las modestas e insignificantes. Esto constituye la inimitable paradoja de Santo Tomás (el genio del sentido común), y esto es lo que debió de sorprender y cautivar a Chesterton. Y esto es lo que hace el libro de Chesterton. Viene a ser como una bocanada de oxígeno en el ambiente intelectual que respiramos. El smog de los filósofos irracionalistas en boga no es menos fatal para el hombre y el humanismo que la atmósfera enrarecida del exangüe racionalismo decimonónico.


El robusto intelectualismo de Thomas capaz de superar por dentro la cortedad narcisista del racionalismo, ofrece amplio y liberal hospedaje a los hombres que anhelan ver reinar una adecuada y dúctil racionalidad, no solo en el mundo de las ciencias, sino también en esas zonas más espesas de sustancia humana que son el arte, la política y la fe religiosa. Para aprender a conocer por dentro a Santo Tomás, siempre que no sea con exigencias de erudición puntillosa, el libro de Chestenton puede ser precioso, porque presenta a Santo Tomás como un faro y no como un límite.

Te puede interesar