Opinión

CULTURA DEL DIÁLOGO

Con un gesto insólito -una carta enviada al periódico 'La Republica'- el papa Francisco ha respondido a las preguntas que Eugenio Scalfari había planteado a propósito de la 'Lumen fidei' en el mismo diario. ¿Qué razones han movido al Pontífice -cabe preguntar- a realizar un diálogo abierto con un no creyente? Él mismo da la respuesta: 'El deseo de recorrer juntos parte del camino', mostrando con ello hasta que punto quiere ser el primero en poner en práctica 'la cultura del encuentro'.


Pero a renglón seguido surge la cuestión: ¿qué es lo que permite recorrer un trecho de camino con quien piensa de forma distinta, en este caso con el fundador de 'La Republica'? La solución parece ser la necesidad que tienen ambos en cuanto personas de esa luz que permite vivir lo mejor posible, como hombres dotados de inteligencia y libertad. 'A mí también me gustaría que la luz consiguiera penetrar y disolver las tinieblas', ha respondido Scalfari al ofrecimiento del papa.


Este deseo de una luz para no perder el camino constituye el criterio o punto de partida para el diálogo entre nosotros los hombres. Toda experiencia de la vida se ve juzgada al final por esta exigencia que llevamos dentro, y que constituye el fondo más profundo de nuestro ser personal. La lealtad con este deseo es lo que estimula a los hombres al verdadero diálogo, lo que muestra en último término, el interés por la vida.


El hombre moderno ha tratado de responder a esta exigencia con las luces de la racionalidad; el creyente, con la razón iluminada por la fe. Desde estas premisas, surge el interrogante: ¿es posible para un hombre moderno tan celoso de su autonomía, de su razón, y para un sucesor de Pedro, establecer un diálogo leal, no ficticio? El papa Francisco y Eugenio Scalfari nos han demostrado que sí. Pero nos han mostrado también cual es el terreno del auténtico diálogo: no el enfrentamiento dialéctico sino el encuentro de dos experiencias humanas. El diálogo es posible, pero solo si cada uno está dispuesto a poner en juego su propia experiencia de la vida. El papa ha aceptado jugar la partida en este terreno, sin poner en juego ninguna otra autoridad o condición.


Este diálogo entre el pontífice y el periodista no creyente, tan fuera de los esquemas tradicionales y sin embargo tan fascinante, constituye una gran ayuda para el camino que todos debemos recorrer: cada uno debe comparar su propia experiencia de vida con ese deseo de luz, de verdad, de belleza, de justicia, de felicidad que nos constituye. Podemos entonces reconocer en nuestra experiencia los signos de respuesta a ese deseo tan inextirpable, que resiste y aflora incluso bajo montañas de escombro


J. Guiton decía que el término razonable designa a aquel que somete su razón a la experiencia, y con la carta a 'La Republica', el obispo de Roma ha ofrecido a todos el testimonio de este sometimiento que arroja luz sobre las cosas. Para mayor claridad sería necesario mostrar el desarrollo concreto de ese diálogo del papa con Scalfari, que será objeto de otro artículo.

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