Opinión

Roncalli y Wojtyla, santos

El 27 de abril, fiesta de la Divina Misericordia, tuvo lugar un acontecimiento único: la canonización de dos papas reformadores, eslabones de una cadena que podría remontarse quizás a León XIII y cuyo extremo actual encarna el papa Francisco.

Una cadena compuesta de hombres de carne y hueso, de inteligencia y corazón, mediante la cual el Espiritu Santo ha desplegado sorpresa tras sorpresa para que la Iglesia aprenda una y otra vez a estar presente en un mundo cambiante, para que vuelva una y otra vez a sus fuentes y se desprenda de gangas y adherencias espúreas, para que encuentre nuevo vigor tras cada recaída, un verdor desconocido que desplace el óxido de la inercia.

Podemos identificar un tramo final de esa larga cadena que arranca precisamente con la convocatoria del Concilio. Juan XXIII advertía entonces que “nuestra tarea no es únicamente guardar el tesoro precioso de la fe y de la tradición, sino también dedicarnos con voluntad diligente, sin temor, a estudiar lo que exige nuestra épocas Es necesario que esta doctrina verdadera e inmutable a la que se debe prestar fielmente obediencia, se profundice y exponga según las exigencias de nuestro tiempo”. Y cuanta conversión, sufrimiento y libertad han sido y son necesarias para realizar esta tarea inscrita en el dinamismo de la misión de la Iglesia

En cuanto a Juan Pablo II, conviene leer la homilía de su beatificación, en la que Benedicto XVI explicó cuál es la “causa del Concilio”, la causa por la que vivió y murió el papa llegado de Polonia, que el hombre abra sus puertas a Cristo, que la sociedad, la cultura y los sistemas económicos y políticos se dejen iluminar y sanar por la presencia del Resucitado.

Gracias a su experiencia vivida bajo el marxismo, el papa Wojtyla supo desenmascarar la pretensión de las ideologías de cumplir las esperanzas del hombre y reivindicó legítimamente para el cristianismo la respuesta a esa esperanza, restituyendo a la fe su plena significación humana, social e histórica.

El papa Francisco, el primer pontífice venido de América, ha querido reunir en un mismo gesto ante la Iglesia y ante el mundo el testimonio y la herencia de estos dos pontífices. Ha sido una decisión llena de sabiduría pastoral, todo un mensaje antes incluso de escuchar la homilía del domingo.

“El hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo el camino del hombre”, esta frase en el pórtico de la encíclica “Redemptor hominis” define la aventura de la Iglesia en los últimos cincuenta años. Y el papa Francisco la interpreta ahora con su originalísimo temple pastoral y misionero, y la aventura eclesial continúa.

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