Opinión

Ourense precisa mayor peso en la RAG

La tierra de Curros Enríquez, Eduardo Blanco Amor, Celso Emilio Ferreiro, Ramón Otero Pedrayo, Sebastián Martínez-Risco, Valentín Lamas Carvajal y otros muchos que ocuparían varías páginas, sin que me olvide, aunque su obra esté en castellano, del filosofo internacional Padre Feijoo, hacen que Ourense sea unos de los rincones del mundo que puede codearse con los que tuvieren y tienen más intelectuales. Al día de hoy la Real Academia Galega (RAG) constituida el 30 de septiembre de 1906, promovida entre otros por Emilia Pardo Bazán y Ramón Pérez Costales, cuenta con una persona ourensana, la poetisa María Xesús Pato Díaz (Chus Pato), que aún no ha leído su discurso. Muy poco para lo que fue y es Ourense en literatura poética y prosa. Son muchos los literatos en Ourense que tienen el suficiente currículum para ser miembros de la RAG. Los nombres los conocen todos. Dada su calidad Ourense tendría que tener al menos cinco miembros en la RAG, aunque como casi siempre los ourensanos prácticamente no existen para la mayor parte de los organismos.

Sólo en La Región escriben muchos que podrían ser integrantes: Manuel Mera, Antonio Rivas Delgado (Chito Rivas), Antonio Piñeiro, Mario Xermán, Manuel Herminio Iglesias, Luis Celeiro, Rosa Enríquez, Afonso Vázquez-Monxardín… Voy a referirme a este último no sólo porque se lo merece:“Xoaquin Lorenzo Fernández ‘Xocas’. A fidelidade á Galicia soñada”, “Xoaquín Lorenzo (1907-1989), U¡unha fotobiografía”, “Danse lido”, “Ramón Otero Pedrayo, unha fotobiografía” (con Patricia Arias Chachero), “Primitivo Rodríguez Sanjurjo y su eplistolario con Otero Pedrayo” (también con Patricia Arias Chachero…), ser el impulsor del proyecto “Arquivo Sonoro de Galicia”. También porque al estar los martes su columna al lado de esta he podido apreciar, al leerla todas las semanas, el dominio y versatilidad de su gallego. Conoce giros de aldeas y parroquias que están en pleno uso, no siendo en muchos casos reconocidos oficialmente, le pido que publique el estudio. Entiende perfectamente a los gallegos que tuvimos que emigrar, y que ahora hablamos “castrapo”, cuando muchos puristas nos miran por encima del hombro por hablar lo que aprendimos en casa o en la calle para no olvidar a “Terra”. 

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